Caracas, 17 de febrero de 2021.- “No creo haber visitado nunca un lugar tan inagotable en situaciones pintorescas…”. Así describió a Petare Sir Robert Ker Porter, pintor, escritor y viajero escocés quien después de recorrer el mundo entero (Armenia, Georgia, Persia, Antigua Babilonia, España, Portugal y Rusia) terminó siendo el cónsul británico de Venezuela (1825-1841) durante la formación de la República. Sus impresiones quedaron recogidas en un diario personal en el que narra aquellas vivencias
Una de las descripciones más emotivas del diario es su visita a Petare, lugar de “gran belleza y exuberancia” con “numerosos pueblos y residencias campestres de los distintos propietarios de las haciendas”. Su descripción de Petare muestra la exquisita sensibilidad de quien es el pintor histórico del zar Alejandro I de Rusia.
Petare hoy cumple 400 años y se me vienen a la memoria tal cantidad de recuerdos, anécdotas y vivencias que se me hace difícil plasmar la fuerza con la que retumban en mi interior.
El Leviatán petareño
Cuando me sumergí en Petare en la década del 2000 palpé que una de sus características principales era la ausencia del Estado, este solo existía en el papel. Petare tenía su propia ley, sus propios códigos con los que se autogobernaba. Esta característica no es singular de este barrio, de hecho, es compartida con otros en Venezuela y en América Latina.
Los antiguos poderes coloniales ibéricos y su élite crearon en el continente americano un Estado con poca participación de la sociedad, especialmente la más vulnerable. Ese patrón ha mantenido su inercia y ha marcado nuestra sociedad actual.
La evidencia arqueológica muestra que la mayor parte de la historia, incluso antes de la aparición de la agricultura (prehistoria) los hombres vivían sin Estado. Las muertes (tasas de homicidios) estimadas durante ese período era de 500 por cada 100 mil habitantes. Ese número es el doble de Petare actual, 100 veces más que Estados Unidos y 1000 veces más que en Noruega. Sin Estado no hay como ejercer las leyes, resolver los conflictos, regular y pechar la economía, proveer infraestructura y servicios públicos.
No es casualidad que los principales problemas de Petare el día de hoy estén asociados justamente a la ausencia del Estado: inseguridad (34,1%) seguida del escaso suministro de agua (29,8%). Sin embargo, esta ausencia del Estado es compatible con el Petro-Estado represivo y totalitario del socialismo del siglo XXI, incapaz de prestar servicios de calidad, garantizar calidad de vida y de generar mecanismos liberadores de participación ciudadana.
El ciudadano petareño
Aunque la libertad necesita de las capacidades del Estado y del imperio de la ley, ésta nunca ha sido una concesión del Estado y sus élites. La libertad siempre la arrebata la gente común. La libertad es un proceso que requiere organización, participación y empoderamiento; necesita una sociedad movilizada, con ciudadanos que participen en política, en las protestas cuando sea necesario y que voten para sacar al poder cuando es posible hacerlo.
Para el mundo clásico griego, el ciudadano es el hombre que expresa lo que piensa, el que puede hablar con libertad. Los esclavos, para los antiguos griegos, eran aquellos que no dicen lo que piensan por algún motivo.
Los últimos meses he estado trabajando en un diagnóstico sobre las creencias del petareño. En concreto, sus creencias democráticas profundas y su conciencia ciudadana. En mis encuentros sobre una platabanda, o en la sala de un ranchito es frecuente oír decir que mucha gente no dice lo que piensa: “no es conveniente decir lo que uno piensa”, “hay que ser prudente, se puede convertir en un problema”. Esto es especialmente importante cuando están en presencia de los que tienen control de la distribución y venta de las bolsas CLAP. No cabe duda que, sin condiciones mínimas de subsistencia es difícil decir lo que se piensa. Esta ausencia de ciudadanía junto a la incapacidad del Estado termina por recrear las pintorescas situaciones que otrora contemplara bucólicamente Sir Robert Ker Porter.
No obstante, existe un grupo que es bastión de esperanza: los que no se quedan callados, los que todavía exigen sus derechos, los que expresan lo que piensan. Estos que han tomado conciencia de ser ciudadanos, y jamás dejan de obedecer a su conciencia. Normalmente ellos pertenecen a algún grupo organizado de la sociedad, confían en los demás y son capaces de movilizar a sus vecinos. Este número debe crecer para que la sociedad se haga fuerte en la misma medida que el Estado adquiere capacidades y funcionalidad.
El gobernante es como un bote que navega sobre unas aguas que son los ciudadanos. Si el agua quita su apoyo, el bote se hunde. Hay gobernantes que muestran gran habilidad para negar a la sociedad su participación en la toma de decisiones políticas, el reto del ciudadano es tomar conciencia de su poder y organizarse para democratizar la sociedad y mejorar al Estado. La libertad se conjuga con el fortalecimiento de ambos: Estado y Sociedad.
Llevar a cabo ese fortalecimiento en Petare requiere dividir ese espacio en pequeñas zonas, más manejables por sus propios ciudadanos. Fue Thomas Jefferson quien escribió Land Ordinance (1785), allí dividió las tierras federales de los Estados Unidos en municipios de 36 millas cuadradas, los cuales dividió a su vez en 36 secciones.
Hace más de una década me dediqué a hacer ese inocuo trabajo a lo Jefferson en Petare, eso me dio la oportunidad de conocer todos sus rincones. Ha pasado el tiempo y he visto grandes avances en la organización social conjugados con bastantes retrocesos en capacidad estatal. Me llena de orgullo ver cómo Petare esté avanzando con una ciudadanía empoderada y motivada a tomar control de su destino. ¡Feliz cumpleaños, Petare! Los años que vienen serán mejores si ustedes siguen hablando alto y claro, exigiendo y movilizándose.