Caracas, 27 de octubre de 2024.- Hace una semana se organizó en la ciudad de Sevilla el seminario: La Hispanidad, Un Futuro Compartido, a cargo del Instituto de Estudios Americanos del CEU CEFAS. Estuvimos compartiendo con la Universidad del CEU, Fernando III, la posibilidad de relanzar los distintos rasgos de esa compleja noción de la hispanidad. Este desafío es algo totalmente vigente y obligante para el futuro de Iberoamérica.
Comenzamos con la proyección y conversación sobre la estupenda película Hispanoamérica, Canto de Vida y Esperanza, de José Luis López-Linares. Durante los días siguientes tratamos temas como: la tradición y la libertad en la cultura occidental, las consecuencias de la guerra e independencia en España, Iberoamérica y el nuevo orden mundial, el futuro de la lengua española, el futuro de la literatura española en el mundo hispano, la batalla cultural en Iberoamérica, así como la democracia versus el populismo. Entre los ponentes se encontraban Mauricio Wiesenthal, Jorge Vilches, José de la Puente Brunke, Carlos Leáñez Aristimuño, Miklos Lukas, Consuelo Martínez-Cicluna, Benigno Pendás, entre otros.
Por mi parte desarrollé el tema que quiero compartir con ustedes. Se trata del futuro político de Iberoamérica, que a mi modo de ver está asignado por la crisis actual de la democracia.
La crisis democrática actual tiene raíces profundas en la transición hacia el mundo posterior a la caída del muro de Berlín en el que la democracia ha perdido sus fundamentos éticos y trascendentales. El relativismo moral, la fragmentación interna, el populismo y el mundo multipolar han socavado la capacidad de las democracias para generar consensos estables sobre el bien común.
En el caso de Hispanoamérica, la creciente presencia de China, Rusia e Irán en Hispanoamérica en las últimas décadas es un fenómeno que ha cambiado el panorama geopolítico y económico de la región, marcando un distanciamiento respecto a la tradicional influencia de Estados Unidos y Europa. Estos tres países han ampliado su influencia en el continente a través de diferentes estrategias, como la inversión económica, las alianzas políticas y militares, y el fortalecimiento de vínculos diplomáticos. Mientras que China ha consolidado su posición como un socioeconómico indispensable, Rusia ha ampliado su influencia militar y geopolítica, e Irán ha fortalecido sus lazos con regímenes autocráticos a través de una narrativa antioccidental compartida. Estos actores han aprovechado la apertura de la región a nuevas alianzas y oportunidades, desafiando la tradicional hegemonía de occidente.
La cultura occidental en Hispanoamérica ha sufrido un proceso de dilución y erosión en las últimas décadas, influenciada por la globalización, el relativismo moral, la secularización, la fragmentación social y la ideologización de la cultura. Los valores humanistas, filosóficos y cristianos que formaron parte esencial del desarrollo cultural de la región han sido progresivamente trastocados, llevando a la región a un enorme retroceso con respecto a la expectativa de libertad y progreso que marcaron el final de la guerra fría.
Particularmente, hay tres elementos que definen hoy la realidad Iberoamérica y que interactúan sobre su futuro de modo perverso: la erosión democrática, el crimen organizado anidado en los tuétanos de la sociedad y las migraciones masivas. Veamos:
En primer lugar, el debilitamiento de la democracia genera un ambiente propicio para la inestabilidad. Esto facilita que otros problemas, como el crimen organizado y la migración, prosperen. Por ejemplo, Venezuela, Nicaragua y Haití son de los países con menos Estado de derecho del planeta, según el índice global de Estado de derecho.
En segundo lugar, las organizaciones criminales se han arraigado profundamente en la estructura social, afectando la seguridad y la economía. Su presencia se ve reforzada por la debilidad institucional, producto de la erosión democrática, y agrava los desafíos sociales, como las migraciones. Por ejemplo, el tráfico de personas se ha constituido en una de las actividades ilícitas más rentables para los grupos criminales transnacionales, dado su bajo nivel de riesgo y alta rentabilidad, que les estaría llevando a percibir ingresos de alrededor de 7 mil millones de dólares anuales por la entrada de inmigrantes desde países latinoamericanos y caribeños a Estados Unidos y Europa.
En tercer lugar, América hispana hoy es definida como una región de migrantes. De los 281 millones de migrantes a nivel mundial en 2022, América Latina y el Caribe tenía una población migrante de 43 millones de personas, lo que representa alrededor de un 15 % del total. A su vez, estas migraciones pueden desestabilizar aún más las democracias frágiles y fomentar un entorno donde el crimen organizado se fortalece, debido a la vulnerabilidad de las comunidades migrantes.
El desafío para Iberoamérica es inmenso. España tiene un papel central en lograr un nuevo contenido para la Hispanidad. Se trata de reconectar con su rica herencia cultural, adaptando los elementos valiosos de la tradición occidental a las realidades actuales, sin perder de vista los fundamentos que sostienen una sociedad justa, solidaria y respetuosa de la dignidad humana.
Este artículo se publicó originalmente en el sitio El Debate https://www.eldebate.com/internacional/20241027/hispanidad-futuro-compartido_239014.html