Caracas, 12 de abril de 2024.- En las últimas semanas, ha corrido en nuestro pseudo espacio público el término “candidatura potable”. Analistas y políticos referimos así a la persona que podría ser admitida por Nicolás Maduro para postularse como candidato en las elecciones presidenciales del 28 de julio. Haré una precisión antes de avanzar en este artículo. Estas reflexiones tienen dos propósitos. Primero, contribuir con el debate político y ciudadano. Y, segundo, llevar registro sobre los desafíos que vamos enfrentando mientras intentamos avanzar hacia la democracia. Una vez más, no ofreceré conclusiones definitivas ni argumentos infalibles. De nuevo, escribiré ideas abiertas al tiempo que el futuro se encargará de ponderar.
Volvamos al término: “candidato potable”. Si hablamos en clave político-electoral, esta categoría pudiera ser sencilla. La dinámica podría ser la siguiente: una persona pone su nombre al servicio del país, la dictadura lo valida y se avanza en la carrera electoral. Un golpe de audacia… toda una novedad, podríamos decir. Sin embargo, la realidad ha demostrado que el asunto no funciona de esa manera. Por eso, los invito a detenernos en tres preguntas: ¿Por qué la dictadura promueve a un candidato potable?, ¿cuáles son los requisitos de potabilidad? y ¿qué efectos políticos y reputacionales tiene la condición de potabilidad en esa opción electoral?
Veamos la primera pregunta:¿Por qué la dictadura promueve a un candidato potable? La razón es sencilla: la dictadura necesita un proceso electoral que le otorgue legitimidad y estabilidad. En resumidas cuentas, necesita lo que Juan Linz llamó reequilibramiento autocrático. Eso solo será posible si hace de la elección una coyuntura aparentemente democrática dentro y fuera del país. Y, dados los altísimos niveles de rechazo de Nicolás Maduro, esto solo será posible si la oposición participa dividida y con el peor candidato de todos en términos de aceptación popular.
Profundicemos en la segunda pregunta: ¿Cuáles son los requisitos de potabilidad? Las dictaduras son opacas. No existe tal cosa como “planilla de recaudos para la potabilidad política en dictadura”. Por lo tanto, las condiciones de potabilidad que enunciaré a continuación son criterios flexibles que podrán ser actualizados posteriormente. He identificado -al menos- cuatro criterios de potabilidad. Primero, ser un actor político que genere profundos disensos en el seno de la oposición e impulse un quiebre de las fuerzas democráticas. Segundo, ser una opción con altos niveles de rechazo y desconfianza en el elector. Tercero, ser predecible en términos de la aceptación o rechazo de la candidatura. Y, cuarto, ser un candidato que dé muestras públicas que reafirmen su condición de potabilidad.
Entonces: ¿Qué efectos puede tener esta condición en la popularidad o aceptación de la opción “potable”? No existe respuesta sencilla para esta interrogante. Encuestas recientes muestran que la potabilidad puede afectar la popularidad del candidato y la confianza de los votantes. Además, de esta pregunta emerge la idea central de este artículo: la paradoja de la potabilidad. Se trata de lo siguiente: en la medida en la que el candidato cumple con los requisitos de “potabilidad” que exige la dictadura, desciende su “potabilidad” frente al país y frente a la comunidad internacional que quiere democracia.
Frente a esta paradoja, debemos preguntarnos qué hacer ¿Cómo enfrentar esta contradicción? Una vez más, no tengo una respuesta firme. De hecho, me atrevo a decir que no existe una respuesta única y excluyente para resolver este dilema. Sin embargo, he encontrado que hay dos medios que son insustituibles e inseparables para transitarlo exitosamente: unidad y voto. Lo resumo de la siguiente manera: El voto, sin unidad, puede abrir caminos de reequilibramiento autoritario a Nicolás Maduro. Y, la unidad sin voto, aleja al país de la participación y nos separa del cambio político. Entonces: ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo salir de esta trampa?
Quizás, mis respuestas son de Perogrullo. Lo primero es preservar la unidad política de todos los factores que queremos democracia para Venezuela. Ciertamente, este tema es complejo y hay muchas reticencias y resquemores. Con sobrada habilidad, el régimen ha identificado nuestras fisuras y ha abierto boquetes. Una precisión: no soy ingenua. He visto muchas trastadas que han dejado en evidencia mezquindades políticas y miserias humanas. Vendrá el futuro que me permitirá escribir sobre ello. Por eso, mi llamado unitario no es mero voluntarismo. El momento presente nos exige ponernos el babero que tenemos reservado para comer sapos y proceder a ingerirlos. Posiblemente, estos son los primeros renacuajos de una eventual transición: los sapos unitarios. Veo con claridad que solo en unidad podremos salir de la paradoja de la potabilidad y avanzar en la construcción de un 28 de julio que sea una opción verdadera de liberación democrática.
Lo segundo, es persistir en la ruta electoral. Mientras avanzamos en la construcción de una opción política unitaria y ganadora, debemos seguir creciendo en nuestra capacidad de organización. El 28 de julio nos convoca a todos. Necesitamos movilizadores, testigos, miembros de mesa y defensores del voto, entre otros. Los partidos somos insustituibles, pero insuficientes. Ese día nos debe llamar a todos y su preparación es responsabilidad de todos. Persistir en la lucha electoral exige seguir trabajando y seguir preparándonos para el día de la elección. No puedo negar la ilusión que me hace pensar en ese día. Despertarnos temprano, trabajar sin descanso, salir a votar, ver largas colas en el país, cerrar las mesas, contar los votos… y cobrar el triunfo. Me emociona mucho.
Y, lo tercero, es crecer en humanidad y virtud. Todo parece indicar que los días que nos separan del 28 de julio serán turbulentos. En el futuro cercano, la represión será directamente proporcional a nuestro buen desempeño político. Mientras mejor hagamos las cosas, más nos van a perseguir. Por lo tanto, es previsible que la tensión vaya en aumento. Y, el predominio de la hostilidad exigirá lo mejor de cada uno de nosotros, especialmente del liderazgo político. Estas semanas exigirán generosidad, valentía, laboriosidad, audacia y visión trascendente, entre otras virtudes. Para preservar la unidad y persistir en el voto debemos ser resilientes y esforzarnos humana y políticamente. Ojalá podamos hacerlo. El país nos juzgará y la historia nos recordará por nuestros resultados.