Alexis Paparoni: La concertación para la transición. El ejemplo de Chile


Mérida, 30 de abril de 2023.- Quisiera empezar este artículo con una pregunta: ¿Puede servir la transición chilena hacia la democracia, como ejemplo para Venezuela?

Primero coloquémonos en el contexto histórico, Chile experimentó un largo periodo de dictadura militar bajo el gobierno de Augusto Pinochet, desde 1973 hasta 1990. Durante este tiempo, hubo graves violaciones a los derechos humanos y una represión política despiadada, pero en lo que realmente quiero que nos centremos es el cómo Chile, logró su transición pacífica a la democracia en 1990, esta principalmente se caracterizó por un acuerdo político entre fuerzas de oposición llamada la “Concertación de partidos por la Democracia”, y el gobierno de Pinochet, este acuerdo incluyó, primero, el compromiso de llevar a cabo elecciones libres, justas y el segundo, respetar los derechos humanos.

Si bien Pinochet resistió inicialmente la presión de varios frentes, como el social, internacional, los partidos de oposición y la misma situación interna chilena, para permitir elecciones democráticas, finalmente aceptó la realización de un plebiscito en 1988 para determinar si debía continuar en el poder.

Los efectos del resultado de dicho plebiscito serían las siguientes:

Si ganaba la opción Sí, es decir, se aprobaba el candidato propuesto, el presidente, así electo, asumiría el cargo el 11 de marzo de 1989, mismo día en que debía cesar el anterior, por un periodo de ocho años, (hasta el 11 de marzo de 1997), entrando en plena vigencia las normas permanentes de la Constitución, salvo en lo siguiente: nueve meses después se debía convocar a elecciones generales de senadores y diputados y, entretanto, la Junta de Gobierno seguiría ejerciendo la función legislativa hasta la instalación del Congreso Nacional. Esta instalación se realizaría tres meses después de la convocatoria a elecciones parlamentarias.

Si ganaba la opción No, es decir, no se aprobaba el candidato propuesto, el periodo presidencial de Augusto Pinochet se prorrogaría por un año más, hasta el 11 de marzo de 1990, al igual que las funciones de la Junta de Gobierno, y vencido dicho plazo tendrían plena vigencia las normas permanentes de la Constitución. Para esos efectos, noventa días antes de la expiración de la prórroga del mandato presidencial, se debía convocar a elección de presidente de la República y de parlamentarios.

Este plebiscito realizado el 5 de octubre de 1988 lo perdió Augusto Pinochet y como se tenía previsto, se llamó a elecciones como se pautó en el acuerdo previo, es decir para casi año y medio después, en este tiempo empieza la verdadera transición pacífica chilena, comenzando por revelar ¿quién sería el candidato de la oposición? Que no se convirtiera en un vengador, sino que sirviera de constructor de puentes en una sociedad tan polarizada como la chilena. El unir a Chile y no seguir separándolo, de tal manera que esta persona fuese aceptada por las fuerzas armadas y así, no correr el riesgo de un golpe militar, el conseguir el necesario e idóneo para la situación política.

Estas eran las principales interrogantes, en ese momento los dirigentes políticos de oposición con mayor popularidad, según datos históricos eran Eduardo Frei Ruiz, Ricardo Lagos y Gabriel Valdés, pero adivinen, ninguno fue el candidato de los factores de la oposición que había logrado unir todas las tendencias en la “Concertación de partidos por la Democracia”. Luego los dos primeros personajes nombrados serían presidentes de Chile, ganando elecciones democráticas y dando estabilidad institucional y alternabilidad del poder.

Eduardo Frei en el periodo 1994-2000, Ricardo Lagos entre 2000-2006, pero para este momento de transición, el primer presidente de Chile luego del régimen de Pinochet, fue Patricio Aylwin, la persona que reunió todas las características, pero sobre todo no fue el popular o el vendedor de ficciones o el vengador, sino el que fue necesario para ese justo momento. Sobresalió, en ese momento histórico, cómo todas las fuerzas opositoras colocaron sus intereses grupales, partidistas, personales, de un lado y colocan por encima el interés supremo de Chile, que no era más que el de salir ya de la pesadilla que vivieron desde 1973.

Patricio Alwin participó en la elección presidencial del jueves 14 de diciembre de 1989, enfrentó al economista y exministro de Estado del general Pinochet, Hernán Büchi (del bloque de derecha denominado Democracia y Progreso) y al empresario Francisco Javier Errázuriz Talavera, autodefinido como "de centro-centro", resultando triunfador con un 55,2 % de los votos, pero ¿adivinen quien se convirtió en el jefe del ejército de gobierno del nuevo presidente Patricio Alwin?, el mismísimo Augusto Pinochet, gracias a las disposiciones transitorias de la Constitución de 1980, luego de dejar el poder gubernamental, Pinochet pudo continuar otros ocho años como comandante en jefe del Ejército, participando en las paradas militares de 1990 a 1997.

Muchos historiadores concuerdan que era necesario que Pinochet estuviera este tiempo en este cargo, ya que permita la estabilidad democrática en Chile. ¡Qué contradictorio!, pero a veces en política el pragmatismo priva.

Durante los primeros años de dictadura se había aprobado la Ley de Amnistía, por medio de la cual se exculpaba a cualquier militar acusado de violaciones de los derechos humanos por hechos ocurridos entre 1973 y 1978, En respuesta a lo anterior, Patricio Aylwin optó por una manera de proceder que se conoció como “Doctrina Aylwin”, la cual en su momento fue rechazada por políticos e importantes medios de comunicación asociados a la derecha, en abril de 1990, un mes después de asumido su cargo presidencial, Aylwin creó la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, la que fue presidida por el exsenador Raúl Rettig, quien se dedicó a investigar los numerosos casos de violaciones de derechos humanos cometidos durante la dictadura. De este modo, independientemente de que muchos acusados no pudiesen ser juzgados por sus crímenes, los resultados salieron a la luz en el llamado “Informe Rettig” el 8 de febrero de 1991. Gracias a estas investigaciones, años más tarde se pudo condenar a exmiembros de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional).

Respondiendo la pregunta que hacía al inicio de este artículo, mi manifestación es un SI.

La historia de Chile nos muestra que es posible una transición pacífica y estable hacia la democracia después de un periodo de autoritarismo, lo vivido por ellos puede ser ejemplifícante para nosotros los Venezolanos, pero ante todo, los líderes políticos, sociedad civil, fuerzas vivas, todos, no importando nuestras diferencias, debemos juntos, encontrar un acuerdo político que permita elecciones libres y justas, ¡ya basta de los vendedores de humo!, ya basta de estar vendiendo soluciones inviables, o sencillamente ser veletas que giran por donde sopla el viento, seamos responsables y hablemos con la verdad, Venezuela necesita respirar, necesita salir de su situación de mengua. Recordemos que… Necesarios somos TODOS.

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