Caracas, 28 de agosto de 2013.- Las ciudades son seres vivos cambiantes y evolutivos, donde se conjugan las dimensiones humanas del desarrollo con los condicionantes espaciales y territoriales del entorno. En otras palabras, el perfil de una ciudad y su vocación están en permanente definición y parten de la relación siempre viva e intensa, no pocas veces conflictiva, entre las personas, sus cualidades, su formación, su vocación, sus aspiraciones y el entorno en el que se desarrollan, con las implicaciones del impacto de ese entorno en las actividades humanas y viceversa.
A las ciudades bien les cabe la metáfora del río, que siempre está cambiando porque es un eterno fluir. Asimismo, una ciudad cambia todos los días, porque constantemente su gente evoluciona, evolucionan sus necesidades y sus expectativas, evolucionan con la edad y la educación los perfiles y los talantes, evoluciona la ciudad que va acumulando pasivos y activos como testimonio del paso de las generaciones, dejando cada una su aporte y huella. Todos los días, para bien o para mal, con planificación o sin ella, estamos haciendo ciudad.
Si entendemos a la ciudad como una comunidad, compuesta de miles de seres vivos y múltiples procesos que expresan esa vida, y que su valor e importancia es superior a la suma de los que la componen, entenderemos que cada ciudad como espacio geohumano tiene un valor particular que merece ser estudiado, perfilado, potenciado y encaminado a evolucionar con sostenibilidad y sustentabilidad.
¡El cambio es lo único permanente!, y las ciudades son una expresión cotidiana de ello. Hay ciudades que crecen aceleradamente y otras que entran en decadencia y hasta mueren. El reto por delante es pensar ciudades sostenibles y sustentables, capaces por sí mismas de propiciar la creación de un valor agregado determinante para quienes en ellas viven. El reto es hacer ciudades con hábitat humano y con un ambiente urbano de calidad.
Este reto tiene especiales implicaciones para nuestro país donde el 93% de la población vive en ciudades pequeñas, medianas o grandes. No obstante, para tristeza de nuestra nación, esas ciudades han crecido desordenadamente, sin planificación y como mero ejercicio de ocupación del suelo, sin políticas públicas efectivas que perfilen su desarrollo.
La consecuencia mayor de ese desarrollo sin planificación la vemos todos los días: ciudades de perfil "barrial", donde vive la mayoría de la gente en condiciones de hábitat humano precario. Ciudades con segregaciones espaciales injustas, como expresión de un ambiente urbano degradado. Ciudades sin espacios públicos, sin parques ni aceras, como evidencia de la negligencia de los decisores. Ciudades deslucidas y anárquicas, donde lo feo y desagradable salta a la vista, como demostración de la falta de presencia institucional. Ciudades que por sí mismas son entes hostiles y generadores de violencia.
Necesitamos pensar nuestras ciudades como un ejercicio colectivo de planificación del desarrollo. Nadie debe temer al desarrollo per se, lo que debe exigirse es que el desarrollo responda a los más avanzados criterios de sostenibilidad y sustentabilidad ambientales, económicos, sociales e institucionales. El orden es la respuesta para corregir los inmensos pasivos que acumulan nuestros municipios y ciudades. ¡Poner orden en nuestras ciudades es una premisa elemental para progresar!
Ante esta exigencia de la realidad de planificar el desarrollo de nuestras ciudades, de establecer un orden justo que sustituya la anarquía que impera y de proyectar nuestras urbes como espacios de convivencia, de paz y productividad, es elemental una planificación que sea expresión de la visión compartida de la gente que habita en nuestros municipios.
Por ello desde nuestra candidatura, en El Hatillo, hemos asumido el reto de poner orden. Debemos organizar con profundidad nuestras comunidades y urbanizaciones, que han sido víctimas de gestiones irresponsables, que han avalado la proliferación de edificaciones sin los servicios mínimos para el hábitat humano.
Hemos defendido la tesis de que El Hatillo debe dejar de ser un municipio dormitorio. Hemos señalado que el municipio no puede seguir avalando la construcción de edificaciones residenciales, hasta tanto las existentes no cuenten con todos los servicios y el municipio resuelva el problema de la vialidad y la conectividad con el resto de la ciudad capital. En sustitución del municipio dormitorio hemos propuesto consolidar a El Hatillo como un municipio productivo que genere ingresos suficientes para poder autosustentarse, pero sin colapsar más, urbanísticamente, lo que ya existe.
Creemos en la política de la responsabilidad y por ello apostamos por priorizar el establecimiento de un orden urbano justo, sostenible y sustentable, constructor de seguridad en términos integrales.