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Julio Borges: Nixon, Trump y la Tercera Guerra Mundial

Creado en Miércoles, 12 Febrero 2025
Escrito por Julio Borges
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Julio Borges: Nixon, Trump y la Tercera Guerra Mundial

Caracas, 12 de febrero de 2025.- Richard Nixon predijo que la Tercera Guerra Mundial no sería militar, sino económica. Hoy, su advertencia resuena con fuerza. Uno de sus presagios más vigentes es que «las naciones no serán derrotadas por ejércitos enemigos, sino por su incapacidad de competir en los mercados globales».

En un mundo interconectado, el comercio ha sido la sabia del crecimiento global, pero también se ha convertido en un campo de batalla. Los países ya no solo compiten en el mundo militar, sino en los mercados, utilizando aranceles y regulaciones como armas políticas.

Nixon comprendió que el futuro de los conflictos internacionales no pasaría tanto por batallas armadas, sino por el control de la economía mundial. Su visión anticipó el mundo actual, donde las guerras ya no solo involucran ejércitos, conocimiento, competencia tecnológica, guerras comerciales y control de recursos estratégicos. 

Su idea de la «Tercera Guerra Mundial como una guerra económica» se ha convertido en una realidad, donde el poder de una nación se mide más en términos de PIB, acceso a mercados y dominio tecnológico que en el número de tanques o misiles nucleares. Por ello, las disputas comerciales no se limitan a simples diferencias económicas; son estrategias que moldean el equilibrio global de poder.

 

Desde la llegada de Trump al poder hemos visto el uso de los aranceles como un arma de pelea política y económica. Hace pocas horas se anunció un nuevo arancel al acero y al aluminio que entre a los Estados Unidos. Esta modalidad de lucha hay que verla con cuidado y con preocupación. Como se dice popularmente, cuando los elefantes luchan, quien pierde son las hormigas que quedan aplastadas.

Cuando el comercio se convierte en un campo de batalla, nadie sale ileso. Las guerras comerciales pueden desencadenar distintos peligros como desaceleración económica porque menos comercio significa menor crecimiento del PIB y pérdida de empleos.

Del mismo modo puede subir la inflación pues aranceles y restricciones elevan los costos, afectando a los más débiles: los consumidores. Igualmente puede desencadenar interrupción de cadenas de suministro porque los productos esenciales tardan más en llegar o aumentan de precio: materiales más caros impactan la producción y la competitividad. Finalmente, menos variedad de bienes y servicios para el público.

Lo que quiero subrayar es que no se puede jugar con fuego y desencadenar una dinámica de utilizar los aranceles como un garrote político. Todos podemos salir perdiendo. La economía sana nace de confianza y apertura, la inestabilidad ahuyenta inversiones y genera volatilidad en los mercados.

Un ejemplo histórico fue la recesión vivida en la Gran Depresión, agravada por medidas proteccionistas que dañaron el comercio internacional. Un caso notable es la Ley de Aranceles Smoot-Hawley de 1930. Esta ley impuso altos aranceles a más de 20,000 productos importados con la intención de impulsar la producción y el empleo dentro de los Estados Unidos.

Sin embargo, la medida resultó contraproducente: Otros países respondieron con aranceles similares, reduciendo drásticamente las exportaciones estadounidenses. El comercio internacional se desplomó en más del 60 %, agravando la crisis económica mundial. La contracción del comercio terminó afectando a la industria y la agricultura de EE.UU., aumentando el desempleo en lugar de protegerla.

Un ejemplo de la actualidad, la guerra comercial entre EE.UU. y China, con restricciones a semiconductores y tecnología, ha impactado industrias clave como la automotriz y la electrónica. Este conflicto, lejos de debilitar a China de manera definitiva, podría impulsar su estrategia de diversificación comercial y tecnológica, fortaleciendo su posición en el escenario internacional a largo plazo.

Es importante entender que el uso del comercio como arma de lucha tiene consecuencias más allá de la economía, pues conlleva a un deterioro de relaciones diplomáticas y aumenta la desconfianza entre países. Lejos de disolver la mega presencia china, podría llevar a que algunos países volteen y terminen cayendo en sus brazos. Veamos la tendencia: el crecimiento del comercio entre China y América Latina, pasó de 12.000 millones de dólares en el 2000 a una cifra récord de 480.000 millones de dólares para el 2023, según la Administración Nacional de Aduanas de China.

Otro efecto es el surgimiento de bloques comerciales aislados y políticos como los BRICS donde aspiran esconderse las dictaduras de Irán y Venezuela, reduciendo los beneficios de la globalización y estimulando bloques anti democracia y anti occidente.

Al final que es lo más inteligente: ¿ir hacia un comercio justo o a una Tercera Guerra Mundial? La historia demuestra que las guerras comerciales no tienen ganadores, solo pérdidas compartidas.

La predicción de Richard Nixon sobre una Tercera Guerra Mundial económica se ha convertido en una realidad innegable en el siglo XXI. Las guerras comerciales, lejos de ser simples disputas económicas, son estrategias geopolíticas con consecuencias de gran alcance. Generan inestabilidad, aumentan las desigualdades, deterioran las relaciones internacionales y dificultan la cooperación global.

Este artículo fue publicado originalmente en el sitio web El Debate https://www.eldebate.com/internacional/20250212/nixon-trump-tercera-guerra-mundial_269253

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