Caracas, 24 de julio de 2024.- En apenas 5 días el pueblo venezolano saldrá a votar masivamente decidido a construir un nuevo futuro democrático y próspero. Tenemos la grandiosa oportunidad de romper nuestro propio Muro de Berlín para forjar un nuevo horizonte no solo para Venezuela, sino para toda América Latina.
Las elecciones del próximo domingo han despertado un interés inédito en la comunidad internacional, poniendo a Venezuela en el ojo del huracán por las implicaciones geopolíticas de un proceso como este.
La dictadura de Maduro ya está derrotada moral y políticamente, y esta es una derrota irreversible. En otras palabras, Maduro no tiene manera de ganar la contienda electoral del 28 de julio a menos que arrebate por medio de la fuerza bruta. Todos los estudios de opinión señalan de manera sostenible que el candidato de la Unidad, Edmundo González, aventaja por 25 puntos al dictador.
La última encuesta publicada el 20 de julio, realizada por la prestigiosa firma ClearPath Strategies, arrojó que el 73% de la población está decidida a votar. Edmundo González mantiene una ventaja del 59%-33% sobre Maduro entre los votantes seguros de participar. La brecha ha aumentado en la medida en que nos acercamos a la elección: de una ventaja de 20 puntos en abril y mayo, a una de 21 en junio, a una mucho mayor de 26 puntos este mes.
La encuesta también refleja que Edmundo gana en todos los grupos sociales. Entre los jóvenes de 18 y 35 años tiene un 63% de intención de voto, Maduro apenas un 30%. Entre los mayores de 45 años, el candidato de la unidad sumaría un 55% sobre el 33% de Maduro. En lo que respecta a las clases sociales, Edmundo concentraría el 57% del voto en la clase baja, el 65% en la clase media baja y el 55% en la alta y media.
En los grupos religiosos, tiene un promedio del 60% de intención de voto entre católicos y evangélicos. Y, por si fuera poco, en la familia militar Edmundo aventaja a Maduro en 27 puntos. Es decir, no es que Edmundo González sea el favorito, es que el único candidato con posibilidad de triunfo el próximo domingo.
La desesperación por los números es de tal tamaño que el propio régimen ha activado una operación de propaganda por medio de falsos estudios de opinión. Firmas de dudosa procedencia han aparecido en la opinión pública con estudios fantasmas sobre intención de voto en las elecciones presidenciales. Una de las firmas que ha salido a relucir en esta contienda electoral lleva por nombre Data Viva, una compañía que apenas empezó a realizar encuestas de opinión en julio del 2023, sus estudios son difundido por medios controlados por el régimen o influencers que defienden oscuros intereses. El portal Cazadores de Fake News destacó que el “consultor externo” de la supuesta empresa de análisis de datos es el académico chavista Miguel Ángel Contreras Natera. Ni esto le ha servido a Maduro para confundir a la gente.
Por todo lo anterior, a Maduro sólo le queda refugiarse en la fuerza bruta. Por eso lo vemos en cada acto de campaña buscando meter una sobredosis de miedo al país, alegando que “si gana la derecha, habrá un baño de sangre o una guerra civil”. Por eso lo vemos arrestando dirigentes políticos. Solamente en los últimos 16 días las fuerzas del Estado han detenido a 73 personas por el simple hecho de participar en la campaña electoral de la oposición. Por eso vimos el ataque contra los vehículos que trasladan a la líder de la oposición y por eso no deja de cerrar negocios que le venden alimentos o simplemente le ofrezcan estadía a Edmundo a María Corina en sus giras por Venezuela.
Todos los escenarios son catastróficos para Maduro. Ante esto, sus propios aliados ideológicos comienzan a desligarse. El mismo presidente de Brasil, Lula da Silva, reaccionó hace apenas unos días recomendándole que “tiene que aprender que cuando uno gana, se queda, y cuando pierde, se va y se prepara para otras elecciones”. Lula olfatea que el cambio en Venezuela no se puede detener, que las fuerzas sociales se han erigido sobre la base de un concepto muy simple: la salida de Maduro del poder. Lula entiende que, para América Latina, seis años más de Maduro significaría seis años más de movilidad humana, desestabilización, crimen organizado por grupos armados o megabandas como el Tren de Aragua y la presencia de actores internacionales como Rusia, China, Irán y Turquía en nuestro hemisferio. Serían seis años más de profundización de muchos de los males que hoy atraviesan la región, sería poner una bomba de tiempo en el vecindario.
Sin embargo, Lula aún puede hacer mucho más, todo el mundo libre, todos los gobiernos que creen en la democracia tienen que empezar a empujar y remar juntos para que el pueblo no solo se exprese libremente, sino para que Maduro entienda que debe abandonar el poder, comprendiendo que la estabilidad de América Latina depende inexorablemente de una Venezuela libre y próspera. México y Colombia, al ser gobiernos de izquierda alineados ideológicamente con Maduro y al sufrir en primera fila lo que significa la desestabilización de la dictadura, tienen aún mucho que decir en esta historia.
El papel de la Fuerza Armada y la comunidad internacional se perfila como crucial para impedir que cualquier de estas opciones se cristalice. La Fuerza Armada ha sido en estos 20 años el último escalón de lucha que nos ha faltado por conquistar, equilibrando siempre hasta ahora la cancha hacia el lado autoritario por la misma represión que vive: el 90% de los presos políticos de la actualidad son militares jóvenes. Sin embargo, las circunstancias parecieran distintas, ya que las Fuerzas Armadas también quieren un cambio en el país. Es un momento decisivo para que las Fuerzas Armadas se pongan del lado de Venezuela y su pueblo, alejándose de Cuba, Nicaragua, Rusia, Irán y China.
Los rumores van y vienes sobre una posible judicialización de la tarjeta de la Unidad (el principal partido político para poder materialmente votar por Edmundo González el 28 de julio), una eventual suspensión de las elecciones antes o durante la votación o incluso un fraude masivo para robarse las elecciones. Como podemos ver, Maduro ha perdido todo: lo único que le queda es la fuerza bruta.
En sus actos de campaña reina la soledad. Lo único que hace es disparar improperios y promesas que todo el mundo sabe que no va a cumplir. No tiene un proyecto, más que repetir lo mismo: “Soy el único que garantiza la paz”. Cree que intimidando a la gente con discursos guerreristas va a impedir la avalancha de votos.
Probablemente, contemplen eliminar la tarjeta de la Mesa de Unidad Democrática, el principal partido por el que se puede votar por Edmundo González, o incluso contemple la opción del fraude monumental para aplastar la voz de una sociedad que pide cambio. Pero mientras más se aferra a la violencia, más se equivoca. Mientras más reprime, la gente más se rebela. No cabe duda de que las dictaduras se equivocan y esta se está equivocando.
Lo que se ha logrado en Venezuela hasta ahora es un milagro. Hace apenas unos meses parecía una utopía la posibilidad de tener un candidato, de ir unidas todas las fuerzas del cambio bajo una bandera, de tener una líder nacional y de tener al país entusiasmado por los cuatro costados. Hoy tenemos todo eso y estamos a escasos cinco días de lograr la libertad definitiva para Venezuela y el inicio de un nuevo ciclo que tiene que ser el renacer de una gran nación.
El triunfo de la libertad en Venezuela abrirá un nuevo capítulo en América Latina. Será la caída del Muro de Berlín en esta parte del mundo, un nuevo ciclo de democracia y libertad para todos los países y una época donde la integración económica y social, el compromiso con los derechos humanos y la superación de la pobreza sean los ejes temáticos para caminar hay un futuro compartido.
El 28 de julio haremos de nuevo el milagro de vencer democrática una dictadura. Llegó el momento de cambiar. ¡Edmundo presidente!
Este artículo fue publicado originalmente en El Mundo https://www.elmundo.es/opinion/2024/07/24/669fff8ae85ece91278b45b3.html