Julio Borges: Huyendo del infierno


Caracas, 03 de abril de 2022.- Hace poco se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, una fecha estipulada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para recordar la importancia de la lucha por el reconocimiento efectivo de los derechos de igualdad y dignidad de la mujer en el mundo. En el marco de esta celebración, me he topado con un dato verdaderamente escalofriante, que pone en relieve la vulnerabilidad que actualmente atraviesa la mujer venezolana.

Según un informe de natalidad del Departamento Nacional de Estadística (DANE) de Colombia, el 10% de los partos en este país durante el 2021 correspondieron a madres venezolanas. Es decir, de cada diez partos que hubo el año pasado en Colombia, uno se atribuye a una mujer de nacionalidad venezolana. Es una cifra alarmante si se compara con otros años. Por ejemplo, en el año 2017 el número de partos de mujeres venezolanas en Colombia equivalía a menos de 1%.

El hecho de que mujeres venezolanas vengan a dar a luz a este país ilustra varias cuestiones de nuestra crisis. Lo primero, la falta de acceso a condiciones de salud mínimas. Según una encuesta realizada por una prestigiosa ONG conformada por destacados médicos venezolanos, en este momento hay 70% de escasez de insumos en los quirófanos y 44% en las emergencias de los principales hospitales de nuestro país.

Por si fuera poco, 36% de los hospitales reportaron no contar con tapabocas en un contexto de pandemia, 21% reportó no tener guantes y en lo que respecta a los servicios de agua y luz, indispensable en cualquier centro de salud, la mayoría de los encuestados respondieron que son deficientes e intermitentes.

Se trata entonces de un deterioro de la infraestructura de salud nunca visto, que condiciona las posibilidades de que un procedimiento de parto se lleve con absoluto éxito y, por tanto, las madres venezolanas más pobres optan por cruzar la frontera, arriesgando su vida muchas veces al hacerlo por pasos irregulares controlados por grupos armados, para garantizar la vida de sus hijos.

Lo segundo que nos permite explicar el dato de los partos de venezolanas en Colombia es el aumento exponencial de la migración más joven y con menos recursos. Se ha hecho común ver en las calles de Bogotá mujeres con dos o tres niños. Unos cargados, otros tomados de la mano. Porque la gran mayoría, para no decir la totalidad, al tener su hijo en Colombia no retorna a Venezuela.

Y es que en un país con una inflación superior al 500%, donde la mortalidad infantil creció 40% en pocos años y donde la desnutrición pasó de ser una realidad lejana, reflejada en localidades remotas, a ser un tema palpable de cada venezolano… Nadie quiere ver crecer a sus hijos.

Lo anterior me da pie para subrayar que ese relato acomodado, tejido a merced del hambre y la desigualdad que campea en nuestro territorio, que dice que Venezuela se arregló y que ahora es una realidad distinta porque el régimen de Maduro abrió la economía, es una falacia. Y más que una falacia, una ofensa a estas madres venezolanas que hoy cruzan la frontera para encontrar en Colombia un lugar de acogida para sus hijos.

Las imágenes de recuperación que la dictadura y su aparato comunicacional mercadean a diestra y siniestra no son más que la vil representación de una burbuja, una burbuja hecha con dinero de la corrupción y el crimen organizado. Una burbuja que la conforma una nueva clase económica encubada en dictadura, que desfila sus riquezas sin importar que en los hospitales mueran inocentes por falta de insumos.

De manera que la situación en Venezuela está lejos de mejorar, es un infierno para los más pobres y los que no tienen acceso a los privilegios del poder, que son nada más y nada menos que el 99% de la población.

No quisiera terminar esta columna sin antes agradecer al Gobierno de Colombia por atender esta problemática desde una perspectiva solidaria y humana. Son miles de madres que han recibido atención médica en Colombia, se les ha extendido la mano y sus hijos nacidos acá han recibido la nacionalidad colombiana. Gestos como estos son dignos de reconocer por todos, sé que los lazos históricos que nos unen se van a agigantar con el pasar del tiempo y que vamos a luchar juntos como países hermanos que somos por una región donde se reconozca plenamente los derechos de la mujer.

Publicado en El Espectador de Bogotá https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/julio-borges/huyendo-del-infierno/ 

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