Lucio Herrera: Mayo venezolano


Valencia, 03 de mayo de 2019.- La gente se reúne con nueva expectativa. Vienen de todas partes de la ciudad y de más allá. Es el momento para volver a encontrarse, para marchar de nuevo juntos, para avanzar sobre la decepción de episodios pasados y regar otra vez los campos de la ilusión y la esperanza. Vuelven los pasos a la calle y la sed a la garganta.  Es una mañana de sol, y aun así se siente la humedad en el aire que se mezcla con sudor y hormonas para caer en mixtura ácida sobre el asfalto caliente.

Catire salió hace rato camino a la plaza y ahora se une a Mildred que viene de Las Lomas.  Allí se encuentran con viejos aliados y terribles adversarios del pasado, pero esta vez hacen causa común, los tiempos de las disputas han quedado atrás y las diferencias se encausan en un solo torrente de deseos y motivaciones para el logro de un objetivo superior. En el amplio solar se escuchan encendidas intervenciones de improvisados oradores que llaman a movilizarse. Es primero de mayo, día de rebeldía, de reivindicación, de libertad y justicia.

Al centro está el podio vacío. El General Manuel Cedeño se marchó hace rato, o bien escondió su busto de bronce al sentir vergüenza por la tragedia de su propia gente. El centinela de El Palotal ya no está. Ya no mira de lejos hacia Carabobo, a la sábana de su gloria, donde se hizo inmortal al lado de su joven amigo Ambrosio Plaza, cuando en otro momento libertario, distinto a éste pero de igual gravedad, cayeran persiguiendo al orgullo realista, el batallón Valencey, que se hizo fuerte en Barreras en ordenada retirada después de la inmortal batalla.

En la víspera, el día anterior, el país despertó con una noticia confusa. El joven Presidente se dirigió al país acompañado de otro líder amigo, escoltado de almas rebeldes cuyos uniformes dejaron de ser cáscaras de insensibles y armaduras de represión. Hombres valientes que se revelaron ante lo que se vive en un país degradado por las condiciones de vida de su gente, que aunque no se rinde navega en su propia odisea para salir de la pesada bruma que le impide ver claramente el rumbo para superar su tragedia.

Así estamos, cuando abril se va gritando consignas de libertad con el final aliento en su último día y llega mayo floreciendo causas como orquídeas de pie de monte, araguaneyes de montaña o apamates de sabana que en explosión de color y aromas reciben a los hombres y mujeres, jóvenes y viejos, creyentes e incrédulos que avanzan juntos en la conquista de lo posible, rompiendo fuentes del vientre de la patria para el nacimiento de una era nueva que se asoma y quiere vivir.  

Se resiste la usurpación a permitir el alumbramiento y sobre las lágrimas de muchos y la sangre de valientes se erige el imponente portal que señala el camino a la redención de Venezuela. Porque la nuestra es una épica que supera las décadas y se mete en los siglos de la misma Historia. Esa que se cuenta sobre héroes y tumbas, sobre batallas y conquistas, sobre libertad y victorias. Es la muestra sublime y suprema de mística irreductible y de dignidad indoblegable en el cenit del honor nacional.    

Calla esta vez la voz de mal agüero, se oculta en sus paredes el juzgador permanente de los hombres que realizan. Ya pocos escuchan al funesto cuestionador ni al crítico de iniciativas. La palabra se transforma en llamado, la voz es ahora grito y la duda es certeza. El temor es furia desatada ante la injusticia, el abuso y la ruindad.

Llega el momento decisivo y se alinean los astros en el universo de las transformaciones.  El miedo es libre, pero no se oculta y participa también. El sacrificio es necesario y se hace presente, no hay vuelta atrás en este camino de liberación. No hay fuerza, represión o maldad que pueda revertir la decisión de una nación que decidió emanciparse de la esclavitud del siglo XXI y optó por la libertad.

Cae la tarde y el sueño se recuesta con el hombre en el sillón. Descansa para continuar al día siguiente. En la noche oscura el silencio reina, muere un abril y nace un mayo inolvidable. No serán los que dejaron de salir los nuevos inmortales, no será el escritor de insultos el leído, ni el cronista de la desesperanza el escuchado. Este es el tiempo del valor y la constancia, del aliento y el apoyo en el frente, de la fe que se convierte en convicción férrea más allá del sueño y la ilusión.

Que la tierra sienta las lágrimas del justo por la joven que cae en la capitalina calle, que el viento recoja el aliento de quienes dejaron de respirar en esta epopeya inmortal. Que salgan de adentro las ganas que dejaron de ser ansias para volverse realidad por la decisión de los que quisieron hacer posible el cambio.

Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanza y rompe cadenas de oprobio y maldad.

Vamos todos, vamos juntos. ¡Vamos bien!

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