Fredderi Moreno: Comprender lo que somos, para saber a dónde vamos


Caracas, 14 de marzo de 2018.- La nación venezolana no se puede definir por exclusión; aunque más complejo, es más correcto hacerlo por inclusión, puesto que no tendría lógica decir lo que no somos, cuando es más pleno describir la inmensidad de elementos que integran nuestra nacionalidad, nuestro gentilicio, nuestra esencia, porque toda aquella persona que ame a Venezuela (nacida en estas tierras o no) y más allá del mero cumplimiento de los requisitos legales respectivos para gozar de la nacionalidad, será venezolano. Para ser venezolano por ley hay normas que cumplir, pero para ser venezolano de verdad, se requiere amar a Venezuela, quien lo haga venezolano será. Y no hay diferenciación posible, siendo que los pueblos autóctonos no fueron, ni son, homogéneos, al contrario somos varios, multiculturales y distintos, por tanto, la raza no es una, sino una mixtura continua de una cada vez más amplia gama.

La lengua, si bien es heredada del conquistador español, ha sido enriquecida por otras preexistentes y posteriores, así toda nuestra cultura, para bien y para mal, es el más fiel reflejo de nuestra realidad: “un gran collage” inmensamente rico en expresiones. Hasta la geografía de nuestra amada patria refleja lo amplio de nuestra nacionalidad, estamos en Suramérica pero al norte, en el Caribe y en atlántico, en amazonas y en los andes, tenemos llanos, selvas, sabanas, montañas, islas, pantanos, playas, desiertos y un delta, tenemos riachuelos, lagos, penínsulas e inmensos ríos como el Orinoco, el Caroní, el Apure y el Esequibo.

Y en toda esta diversidad hay un elemento común, el amor a la patria, que es más inmensa que nuestro territorio, que está esparcida en todos los vibrantes corazones de quienes al mirar el tricolor ideado por Miranda y enarbolado por Bolívar, al escuchar el gloria al bravo pueblo, el alma llanera o cualquier otra tonada acompañada con arpa, cuatro, furro, tambora, bunbak, maracas o violines, sienten palpitar sus emociones y hasta dejan rodar una lagrima por su mejilla, como les sucede a esos tanto soñadores que hoy cierran los ojos en distintos camas por el mundo pero comparten un mismo sueño, ¡Venezuela!

Es pues, el amor a la patria lo que nos hace venezolanos, venecos, venezuelanos o venezuelan, todos hijos de aquellos que como Miranda, Bolívar, Sucre, Bello, Rodríguez y todos los que han marchado (con espada o lápiz) construyendo patria aun a costas de sus vidas, todo por el amor patrio, del cual somos herederos y reproductores. Ese amor nos une, nos impulsa a grandes hazañas y nos conforta, es el amor que como hijos de Dios y bendecidos por pertenecer a esta patria que a la vez nos pertenece, debemos seguir cultivando para legar en nuestros hijos. Por ello es la invitación, venezolanos, sigamos amando a Venezuela, la gran patria madre de naciones, que hoy nos exige esfuerzos superiores para rehacerla como la gran casa de las libertades y virtudes suramericanas, la gran productora de idealistas, escritores, médicos, obreros, campesinos, virtuosos labradores de la cultura, nacidos o venidos, que aquí o allá (donde sea que estén) han dejado en alto nuestros valores, es a ellos y por ellos que todo esfuerzo ha de ser dirigido y para la hacer de la “pequeña Venecia” la gran tierra del reencuentro.

Para ello, es necesario un reconocimiento de nuestras virtudes y nuestros vicios, es decir, hay que entender nuestro gentilicio, definirlo en su realidad, con lo acertado y lo errado, y con este conocimiento poder abandonar los malos hábitos y exaltar las buenas costumbres, y no es solo lo relativo a la moral,  también a lo legal, lo ciudadano y a todo aspecto de la vida de los sujetos que hemos de convivir en la sociedad que ha de construir la Venezuela que ha de ser (realmente) de y para todos.

Porque de la revisión exhaustiva de nosotros como pueblo (lo que somos) es que podremos proponer y adoptar el mejor modelo de los ciudadanos que aspiramos ser (a donde vamos).

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