Fredderi Moreno: El fantasma del caudillo


Mérida, 25 de febrero de 2018.- La historia de Venezuela está llena (o plagada) de ejemplos de caudillismo, ese líder semi-mesiánico que parece tener el remedio a todos los males sociales, omnipotente y carismático, poseedor de la verdad absoluta y al cual podemos confiar el cuidado de toda la sociedad. Tal es el poder de esta idea que está institucionalizada desde hace un tiempo en nuestra sociedad, basta con echarle un vistazo a cualquier libro de historia, y no me refiero a “Venezuela Heroica”, sino a esos textos que se estudian en nuestras escuelas (ayer y hoy), incluso hay cargas curriculares dedicadas al culto de caudillos.

Bien, ¡esa es nuestra historia! Y hoy no deja de ser así, la mayoría esperamos tener un guía, un líder, un amigo poderoso y por qué no, empoderarnos con él. Lamentablemente en este empeño descuidamos el poder que es intrínseco a cada ser humano, el libre albedrío, y a ciudadano en democracia, nuestro poder de decidir, de elegir, el poder del voto. Muchos son los ejemplos que en el devenir histórico de Venezuela se han dado de como se ha subordinado este poder absoluto del voto a un caudillo. Hoy, el caudillismo ha mutado (ya no solo es por las armas o la unción) ahora también por la demagogia y el populismo, por el engaño e incluso por la coacción que los pretendidos caudillos sustentan su supuesto poderío.

La pretensión de un caudillo significa (y requiere) la existencia de una antítesis, ante la cual el caudillo se presenta como la némesis, Así toda la política venezolana se ha visto envuelta en la polarización, a esto no escapa nuestro régimen presidencialista que se resumen a elecciones entre dos sujetos y pocas veces (por no decir nunca) entre dos o más propuestas de gobierno.

La actualidad del país nos exige unirnos, ya no tras un caudillo, es necesario asociarnos tras un proyecto común, que pasa necesariamente por salir de este desgobierno, y luego, en el mediano plazo cambiar el sistema por uno más amplio, plural y que atienda a la sociedad y no al personalismo del gobernante de turno.

No será fácil renunciar al caudillismo institucionalizado, de allí que no es casualidad que la propuesta de la MUD (como proyecto común de distintas corrientes políticas) tenga sus adversarios incluso desde su seno.

El caudillismo aunque se adapta, no pierde su esencia totalitarista que no permite mayor apertura, por ello no faltan candidatos a caudillo que sin poder real de convocatoria, prefieren embestir contra los representantes de nuestra alianza opositora, y con el fin de tratar de erigirse como los conductores (los caudillos) de la oposición, lo cual es un error no solo en la intención, es un error en su esencia misma, pues se ocupa más de atacar a sus símiles que a los causantes de los males sociales actuales, disgregando las posibles uniones.

Por otro lado, la oposición en Venezuela tiene como elemento común, no la actitud contraria y opositora al desgobierno, sino el anhelo de cambiar la situación actual del país y construir una realidad mejor, por ello es muy difícil (casi imposible) la existencia de una figura de caudillo que una a todas las tendencias que incluyen los opositores a este régimen.

De allí que sea tan lógico y factible el abandono de la idea caudillista y la ampliación de la representación opositora, pues más que caudillos necesitamos ejecutores, que sean representantes y voceros de las exigencias de este gran y diverso universo de actores (protagonistas todos) en pro del cambio en nuestro país, los aspirantes a caudillos deben dar un paso al lado, no es el momento de un líder, no es el momento de promesas, no es el momento de luchas intestinas, es el momento de actores conscientes, es el momento acciones, es el momento de una gran UNIDAD superior a nuestros intereses individuales, es el momento de la UNIDAD por el bien común general de nuestra amada Venezuela.

blog comments powered by Disqus