Richard Casanova: El verdadero debate de la oposición


Barcelona, 13 de febrero de 2018.- Uno de los pocos logros del régimen ha sido dividirnos, inocular su intolerancia en nosotros, alejarnos del debate responsable para sumergirnos en el pantano del insulto y la descalificación donde ellos suelen nadar. Dependiendo de lo que decida la Unidad, la discusión sobre votar o no será una nueva oportunidad para la crítica despiadada de los managers de tribuna, "lomito puro" para los radicales de oposición que no pierden tiempo para hacerle el juego al gobierno.

Votar o no puede ser igual de efectivo políticamente dependiendo de las condiciones electorales y de la unidad de las fuerzas opositoras, es decir el éxito está asociado a la preeminencia de una estrategia única frente a la dictadura. Si la decisión colectiva es votar, quienes se abstengan estarán ayudando al régimen. Y si la decisión fuera abstenerse, quienes participen estarán probablemente legitimando a la dictadura. De manera que hoy -cuando la oposición no ha anunciado el camino a seguir- es extemporáneo y absurdo calificar a una postura u otra como "colaboracionista".  Por supuesto, es deseable que nuestras opiniones finalmente coincidan con la decisión unitaria de la oposición pero lo verdaderamente relevante es que tal decisión sea asumida, indistintamente de las preferencias de cada quien. En fin, qué hacer ante esta irrita convocatoria a elecciones no es una decisión personal.  Ojalá tengamos la humildad para entenderlo.

Si queremos hacer una discusión productiva, empecemos por salirnos de posturas dogmáticas. Siendo cierto que la ruta electoral es nuestra mejor opción, decir que "votar es nuestra única alternativa, es voto o es plomo" es tan falso como la necedad de que "dictadura no sale con votos".  Que votar legitima a la dictadura puede ser tan falso o tan cierto como que la abstención va a deslegitimarla, siempre dependerá del contexto político en que se produzcan los hechos. Hay que salirse de los clichés, falsos dogmas y prejuicios que nos alejan del mesurado análisis que exige el momento.

Votar cuando los opositores somos una inmensa mayoría y el régimen una minoría repudiada suena como elemental, parece de perogrullo pero no es así pues el resultado supuesto exige unas condiciones mínimas y es lo que intentó negociar la oposición en República Dominicana bajo una significativa presión internacional. Aun presumiendo el resultado de las negociaciones y pagando un alto costo político, la oposición concurrió para agotar la vía democrática y así preservar el respaldo internacional, sin el cual sería casi imposible superar esta calamidad de hoy. En todo caso, si la oposición democrática se negó a suscribir un acuerdo porque no ofrecía las indispensables condiciones electorales, ahora sería una enorme contradicción participar y en consecuencia, será muy difícil movilizar a nuestro electorado. Es decir, no basta con ser mayoría, debe haber condiciones para que ella pueda expresarse.

Pensar que "si logramos las mínimas condiciones electorales, participamos en los comicios… y si no las logramos, también vamos", es una falta de seriedad digna del genial Cantinflas, es subestimar a los electores.  Si esa era la política a seguir, no tenía sentido intentar esa negociación, cuyo resultado era predecible. Hubiéramos dicho de una vez: "vamos a elecciones ya, cualesquiera sean las condiciones porque somos mayoría". Pero a estas alturas, ese argumento no es válido e igualmente denota improvisación y ausencia de un plan político en quienes aún lo sostienen.

Otros argumentan que “el país quiere votar” y no lo dudo.  Lo más probable es que mis amables lectores también quieran votar pero considerando los antecedentes y el contexto, es razonable que muchos tengamos dudas sobre la pertinencia de hacerlo. Que alguien quiera votar, no supone disposición a ello. Para expresar esta distinción, algunos advierten que –más que votar- queremos elegir y tal cosa hoy no es posible.

Por otra parte, que el régimen ha demostrado que puede desconocer el resultado y gobernar sin respaldo popular, no puede ser un argumento para abstenerse pues tal desconocimiento eventualmente podría ser el detonante necesario para poner fin a la dictadura, así como el plebiscito de 1957 desencadenó el 23 de Enero.  Pero al contrario, quienes argumentan que si debemos participar contando con que esas elecciones terminarán siendo en el detonante, realmente expresan más un deseo que una política racional. Un desenlace similar requiere “condiciones objetivas” –como dirían los marxistas- y una unidad opositora que francamente no tenemos, por ahora.

También es falso que puedan seguir gobernando en minoría indefinidamente pues la crisis avanza y es irreversible mientras ellos ejerzan el poder, conducen sin frenos hacia un abismo. El país se hace inviable, vamos rumbo a un colapso indistintamente de la farsa electoral que intentan montar.  El punto entonces es que -por una vía o por otra, votando o no- el cambio supone quebrar el apoyo de los factores o grupos de poder que históricamente han sostenido a las dictaduras.  Es decir, debemos enfocarnos en el objetivo real, el cual no necesariamente depende de participar o no en unos comicios convocados ilegalmente por una constituyente espuria que el mundo desconoce.

Así las cosas, el objetivo hoy no es ganar unas elecciones, ni siquiera el dilema es participar o no. El desafío es identificar los conectores internos y con la sociedad, recomponer la unidad democrática, diseñar una estrategia única y trazar una ruta compartida que el país pueda comprender y respaldar. Es ahí donde la coherencia es esencial. Nadie podrá entender que -cuando el mundo entero anuncia que desconoce la convocatoria y no reconocerá el resultado de esas elecciones- la oposición inscriba candidatos.  Justo cuando el planeta coloca su angustiosa mirada sobre Venezuela y se apresta a incrementar las presiones contra la dictadura, nosotros vamos a participar en esas elecciones bufas, en ausencia de las mínimas garantías.  Lógicamente el país percibiría la contradicción y ello tendría impacto en el ánimo opositor. Así, el argumento de “participar porque somos mayoría” es -vistas las circunstancias- una vana ilusión de algunos opositores  y seguramente una esperanza de esta agónica y maloliente narcodictadura.  

El debate en la oposición democrática no puede limitarse a participar o no, eso será intrascendente si no existe una plataforma cohesionada y una estrategia única para actuar en esta hora crucial de la democracia venezolana. No tengo dudas de que superaremos esta tragedia y Venezuela saldrá airosa de este episodio oscuro pero el país hoy exige sensatez, responsabilidad, claridad y coherencia al liderazgo nacional.  Amanecerá y veremos…

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