Ángel Medina: La sociedad primitiva del siglo XXI


Caracas, 22 de octubre de 2015.- Los adelantos tecnológicos provocados en las últimas tres décadas han transformado de forma radical la vida de los ciudadanos del mundo. Se han impuesto nuevas formas de relaciones en lo político, económico y social donde la interconectividad, lo virtual y la inmediatez marcan de forma definitiva las estructuras y formas en las que se decide.

Se supone que vivir el Siglo XXI significa asistir a una época en la cual la información es ilimitada y de libre acceso; el sistema en red promueve respuestas casi inmediatas y la posibilidad de cualquiera de nosotros pueda influir, con sólo un click, en la vida de muchas personas. Es una etapa donde, se espera, la rutina sea más simple; donde los espacios para la recreación sean mayores y del trabajo más especializado.

Se supone, entonces, que los países en vías de desarrollo están haciendo todos los esfuerzos para integrarse a esta era y, especialmente, las naciones latinoamericanas procuran esta carrera para reducir la brecha social que nos marca de forma definitiva. 

Lamentablemente, algo que debería estar claro en Venezuela, queda muy difuso frente a la realidad. Nuestro país pareciera que todavía no se ha percatado de la necesidad de entrar a este nuevo siglo; los retrasos que existen para adaptarnos como nación a los avances económicos, políticos y sociales están a la vista; se hacen una deuda cada día más enorme y nos impone una cruel desactualizacion que, al final, se paga con menor bienestar. Hoy lo que es inmediato en otra nación, para nosotros, significa un tramite propio de las primeras décadas del siglo pasado; sacar dinero en un banco, un pasaporte, reparar el vehículo, trasladar una carga, comprar medicinas; en fin, todas las actividades diarias del venezolano se han complicado en un enredado mundo de solicitudes, controles, fiscalizaciones y privaciones que poco margen dejan para la inmediatez propia de nuestra era. Hasta comunicarse se ha transformado en una actividad compleja; nuestra velocidad de conexión a internet es hoy la más baja de América latina (y cuarenta veces menor que la de Alemania) y nuestros servicios telefónicos viven el peor de sus momentos. 

Lo más esencial pasó a ser primordial; lo que, en otras naciones existe como algo seguro, en Venezuela ya no se da por sentado. El comprar los productos básicos para la alimentación y la familia es un trauma obligado y de necesidad superior que debemos padecer; número de cédula, capathuella, partida de nacimiento, colas enormes e inhumanas son parte de los requisitos para comprar en los pocos establecimientos que quedan; caímos en lo más profundo de la base de Maslow y nos transformamos en una especie de sociedad primitiva en medio de un mundo de avanzada. Lo peor es que, este atraso impuesto por el dogma y el fanatismo de quienes están en el poder, cada día nos expande la brecha no sólo entre ricos y pobres sino entre nosotros y el resto de la región; ni hablar de compararnos con el mundo. 

Si quisiéramos entrar al Siglo XXI, aunque los avances de la sociedad y la tecnología no vayan a esperar por nosotros, deberíamos tener claro que, este mismo año, nuestra sociedad tiene una oportunidad de oro para permitirse iniciar una carrera desde el último puesto pero que, sin duda: comenzar ese Cambio implica comenzar a avanzar en nuestra adaptación a un mundo del cual hemos quedado rezagados.

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