Armando Briquet: El país en 140 caracteres


Caracas, 07 de septiembre de 2014.-

Me permito iniciar nuestra columna del día de hoy con una anécdota. Hace algunas semanas, cuando Eduardo Campo falleció en un accidente aéreo en Brasil una amiga me escribió alarmada: "Dilma aún ni se pronuncia en tuiter". Le dije: "¿Por qué te extraña eso? Convocó a una alocución para dirigirse al país en tres horas. Imagino que estará buscando información antes de hablar. ¿No es eso lo que debe suceder en un país normal

Luego, observando la antesala mediática al denominado "sacudón" de Maduro, el tratamiento de los medios de comunicación a las medidas y los análisis posteriores la reflexión no se hizo esperar: un país que danza al ritmo de Twitter, no puede estar bien.

Y no se trata de ser conservador, ni tener ningún tipo de aversión por los nuevos medios y las nuevas tecnologías. Para nada. Hablamos aquí del llamado de atención necesario a lo superficial de nuestro comportamiento ante todo lo que nos afecta. A esa inmediatez que nos atrapa, a esa reacción automática que pareciera debemos tener ante casi cualquier cosa que ocurre en el país o el mundo. Y no, tampoco se trata de que somos seres adaptados a las exigencias de la nueva era de la información, es que estamos sustituyendo la "opinática" por el análisis y la reflexión necesaria. Y mientras nos llevamos por esta corriente de lo inmediato, abandonamos los espacios de discusión. Cada vez parecemos más los huéspedes de este hotel llamado Venezuela. Unos huéspedes hastiados de la mala gerencia, pero distraídos en la vitrina de los 140 caracteres.

Analizamos a Ramírez sonrojado, quién perdió poder y quién no, pareciera que tras el "sacudón de Maduro" todos nos enganchamos en nuestra propia versión de los programas de cotilleo rosa españoles. Y hasta ahí llegamos.

Es más que un hecho sabido y conocido que a este gobierno lo que menos le interesa es arreglar las cosas en el país. Su único estímulo es mantenerse en el poder, oportunidades para resolver han tenido muchas y no lo han logrado. Pero muchos, precisamente por mantenerse montados en la ola de la noticia, desestiman el debate y aprovechan el poco espacio que tenemos para hablar del hoy, del ayer, y poco del mañana.

Preocupa presentir que hasta los intelectuales se nos esfumaron ¿No ha sentido que falta aún más gente que se dedique a pensar en el país de mañana? Y no, no me refiero a los políticos, me refiero a los ciudadanos, a los pensadores, a los gestores de grandes ideas. El país necesita y espera de parte de nosotros el verdadero debate, el profundo, el que ve más allá de lo que nuestras narices observan, que trasciende a quiénes están en el poder y profundiza en el modelo que nos han impuesto hasta ahora y cómo se debe detener.

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