David Uzcátegui: Misión imposible


Caracas, 03 de septiembre de 2014.- Tomamos prestado el título de una exitosa serie de películas para analizar la noticia más polémica de los últimos días en nuestro país: la implementación de las captahuellas en supermercados y farmacias.

Con el más sofisticado nombre de "sistema biométrico", se pretende llevar un control sobre lo que los venezolanos adquieren en sus compras diarias, esto con el supuesto fin de combatir el contrabando y administrar la escasez de productos de primera necesidad.

Sin embargo, el agudo humor del venezolano ya las ha bautizado como "las papahuellas", teniendo en cuenta el insólito hecho de que habrá que estampar las huellas digitales para que quede constancia de cuántos alimentos compramos, de cuáles rubros, y la fecha.

Viendo de manera gruesa el asunto, se trata de un sistema que va a verificar la data de una persona y confrontarla con una base de datos de identificación. Tras ser verificada la identidad del individuo, se debe confrontar lo que está facturando con sus adquisiciones recientes. En una nación que ronda los 30 millones de habitantes, vamos a imaginar cuántas transacciones de este tipo se deben dar al día.

Pongámonos a echar números de cuántas cajas dentro de cuántos comercios deberán hacer este proceso. Tenemos claro que el sistema de envío y recepción de datos en el país está actualmente muy lejos de ser de los mejores del mundo.

Multipliquemos el número de comercios por el número de cajas, para posteriormente multiplicarlo  a su vez por la cantidad de compradores en cada una de esas cajas y, finalmente, por el número de cada uno de los artículos que cada uno de esos compradores adquirirá, ya que la idea es verificar artículo por artículo para regular la cantidad de cada alimento que un consumidor dado compra en un tiempo determinado. Todo eso a la vez, un incontable número de veces al día. No es difícil imaginar el colapso del sistema.

Y en esta hipótesis, no estamos tomando en cuenta los caracteres diversos de los incontables puntos de venta de alimentos. ¿Cómo se implementarán en los mercados al aire libre, por ejemplo? ¿O en las "bodegas" de los más recónditos sectores populares, las cuales pertenecen a pequeños emprendedores y son de dimensiones diminutas?

¿Cuáles serán las consecuencias de empecinarse en una práctica cuya logística es inviable? ¿De verdad se va a terminar con las colas? ¿O, por el contrario, se multiplicarán exponencialmente al agregar un trámite complejo y engorroso al pago en las cajas? ¿Qué sucederá cuando el sistema sea sobreexigido y se caiga? ¿Aceptarán los compradores que no se pueden llevar los productos que necesitan para comer porque el "papahuellas" se trabó? ¿Escucharemos el trágico "no hay línea" de los bancos"?

En medio de la polémica, el presidente Nicolás Maduro se desdijo. Subrayó que el sistema será "voluntario", lo cual no era lo que se había afirmado originalmente. ¿A qué se debe esto? ¿Al hecho de que el mismo gobierno ha estado estudiando la viabilidad de la idea y ha chocado con los obvios obstáculos?

Toda nuestra exposición se centra en los aspectos netamente prácticos de la idea. No tocamos las consideraciones legales y éticas de la propuesta porque es harina de otro costal y da bastante tela que cortar. Necesitaríamos mucho más espacio.

Los tiros van por otro lado, amigos del gobierno central. Son numerosas las voces calificadas que han expuesto públicamente las soluciones a la escasez y el contrabando. Es cuestión de ponerse a escuchar y de tener verdadera voluntad política para solucionar.

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