Juan José Moreno: Maduro y el país prometido


Caracas, 30 de agosto de 2014.- La crisis abiertamente desatada en el país por falta de producción de bienes y servicios se ve agravada por la indefinición y la fantasía que caracterizan la actuación gubernamental iniciada desde el mismo momento cuando Hugo Chávez piso por primera vez Miraflores, y continuada por un heredero menos capacitado para el ejercicio del alto cargo.

La grandeza de una Venezuela que se aleja cada minuto más de la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas, llega en estos momentos a su más dolorosa expresión tragicómica, que empuja como nunca al país por un despeñadero y nos avergüenza ante el mundo. En el exterior nos identifican como los oriundos de un país donde escasea el papel sanitario, y ahora, si seguimos por el camino señalado por el Presidente, como consumidores biométricamente capturados en los supermercados.

Maduro, con su continuada actuación que lo hace cada vez más tan impredecible como inseguro e indefinido, nos recuerda aquel personaje de los años 80 protagonizado por Joselo, uno de los más grandes cómicos que han pasado por la televisión venezolana, el “Doctor Pensamos” “Pensamos –decía el fulano personaje- construir el más grande país del mundo”, pero aclaraba “solo pensaba”; pero ni Chávez, ni Maduro ahora, mencionaba la segunda parte de la oración.

Ambos le cayeron a coba al pueblo con la pretendida idea de “rescatar la agricultura de manos de los oligarcas y terratenientes, para poner en las de todos los venezolanos los generosos productos que brotan de las tierras de nuestros campos”; y para garantizar más alimentos al pueblo, “procédase a la expropiación de toda industria que no produzca a su máxima capacidad”.

“Seremos una gran potencia mundial” decía Chávez y repite Maduro, cual loro que basa su discurso en frases vacías que se lleva el viento; y ya todos vemos a un país que hoy ni siquiera es dueño de su único bien de exportación, el petróleo, el cual se vería obligado a comprar a otros países, incluyendo al propio Estados Unidos, según denuncia que se viene haciendo desde hace algún tiempo.

Así, se despojaron a sus tradicionales propietarios de tierras e industrias, bajo la promesa de un país que nunca, a lo largo de estos tristes 15 años, pudo producir un grano más de ningún rubro agrícola ni producto agroindustrial.

Todo lo contrario, la producción de los más elementales alimentos que han formado parte de la dieta tradicional del venezolano cayeron estrepitosamente; mientras que por otra parte el régimen se empeñó en enriquecer a agricultores y empresarios de países alcahuetas, con negociaciones evidentemente fraudulentas como la detectada recientemente con la compra de arroz a bodegueros argentinos, donde por cierto se involucraba a una hija del extinto presidente, sin que nadie se ocupara de desmentir la versión.

Y en ese país prometido, se pintó una nación cruzada de este a oeste y de norte a sur por un sistema ferroviario en cuyo inicio de construcción se ha botado (desperdiciado) una millonada , y el flamante Sistema Ferroviario Ezequiel Zamora, nada que arranca; se habló de producir en el país los vehículos que los venezolanos necesitaban, y lo que se hizo fue acabar con la oferta de las principales ensambladoras, que venían cubriendo desde hace muchos años las necesidades de la población en este sector de la producción de bienes.

E inserto en lo que hemos venido denunciado, como la cortina de humo que utilizan los más altos funcionarios del régimen para tapar sus fallas y debilidades, podemos interpretar esta última payasada del régimen representada en su intención de las capta huella, entendida por la mayoría de los venezolanos como otro negocio inventado por los gobernantes de turno para arrimarle la bandeja de oro a algún cercano “colaborador”.

Porque no puede entender ninguna persona consciente que, con el establecimiento de un rígido control del consumidor a nivel de los supermercados, se pueda acabar con un problema causado por el propio gobierno, al punto de que, según análisis bien fundamentados de calificados de nuestros economistas, en la ciudad más abastecida del país, como es Caracas, no es posible conseguir en los mercados el 63 por ciento de los artículos de consumo masivo regulados.

Por esa razón todo el país le está diciendo no a la capta huella, que aunque entendemos viene a ser otro de esos anuncios presidenciales que se llevará el viento, como a todos los que nos tiene acostumbrado Maduro, no es culpable el consumidor de la escasez, sino el propio gobierno que no ha tenido o no ha querido dirigir la mirada hacia las verdaderas causas del desabastecimiento generada por una irracional manera de “gerenciar” al país, y apuntar sus baterías hacia los verdaderos contrabandistas que todo el mundo sabe donde están y quienes los protegen.

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