Brian Fincheltub: Impuesto a la vida


Caracas, 19 de julio de 2014.- Algunos consideraban al Impuesto al Valor Agregado (IVA) como el tributo más universal ¿Por qué? lo pagan por igual pobres y ricos. Pero lamento decepcionarlos, sin ser economista hay otro que lo supera por lejos: El impuesto a la vida. Tampoco discrimina y el precio que tenemos que pagar todos es muy alto. Nace de la mano de los creadores de la “Tasa de Biodiversidad” implementada en el aeropuerto de Maiquetía por respirar.

En un país donde la cultura fiscal no está muy arraigada, los nuevos impuestos nunca son bien recibidos, menos uno que se convierte en una especie de juego de azar, donde en cualquier día nos puede tocar, sin salvarnos condición social, política o religiosa. Cuando pagas no exiges factura, te la pasan a ti, un sector de la sociedad que asumió la criminalidad como camino de revancha contra el resto del país. Para ellos nuestra vida no vale nada, más valor tiene un teléfono, un reloj o un par de zapatos.

Caminamos con la muerte al lado, en un paso a paso donde a veces se pierde con nuestra propia sombra y el miedo se apodera de nosotros. El impuesto a la vida no solo ha desangrado al país, sino que lo ha hecho una nación de sobrevivientes, donde quien no puede escapar tiene que encerrarse y buscar resguardo para no ser el próximo.

En los primeros seis meses del año van más de 7 mil muertes violentas en Venezuela, detrás de la estadística una historia de dolor y sufrimiento que la mayoría ignora, solo hasta que somos las víctimas directas. Lloran por igual los que tienen y los que no tienen, los que creen y los que no, los rojos, los amarillos, los verdes. Nadie se salva aunque pague, porque el precio que buscan es la propia vida.

Roban todo y aun así matan, eso explica que no solo lo material los lleva a actuar, sino los peores impulsos que puede sentir un ser humano. La calle es cada vez más hostil, nadie confía en nadie, todos somos sospechosos y no caminamos, huimos.

Es la realidad que nos tocó vivir, no implica que debamos acostumbrarnos, yo no me inmovilizó ante ella, trabajo desde los espacios que tengo para cambiarla, porque un país de treinta millones de habitantes no se entrega sin resistencia a sus captores. Los que amamos Venezuela somos más, no podemos esperar a que la injusticia y la muerte sigan ganando. No te acostumbres, lucha.

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