Elías Sayegh: Un país paralelo


Caraas, 02 de julio de 2014.- Si le preguntamos a cualquier venezolano sobre si el país está unido o dividido, estoy seguro que la 2da será la respuesta unánime. A mi modo de ver, el país no sólo está dividido sino que hay un país paralelo.

Un país paralelo en lo político. En donde existen actores políticos legítimos para el régimen. Ellos ocupan la totalidad de los cargos burocráticos del Gobierno Nacional y de todas sus instituciones. No se les pide nada, ni experiencia ni honestidad ni capacidad ni currículo, lo único que se les exige es la lealtad. A cambio, ellos gozan de grandes coberturas del sistema de medios públicos del país, de las abusivas cadenas de radio y TV, y del gigantesco aparato propagandístico que tiene a disposición el Gobierno. También se les respetan las funciones, atribuciones y prerrogativas de sus cargos como la inmunidad parlamentaria, los recursos que manejan, entre otras cosas. Por otra parte, los actores políticos que hemos manifestado desacuerdo por el régimen formamos un mundo político paralelo, uno que es fantasmal, ya que algunos (el régimen) nos ven y nos reconocen sólo cuando les conviene. Este mundillo político paralelo no tiene ninguna garantía en sus cargos, ni siquiera los electos por el pueblo. Nuestras propuestas no se toman en cuenta (aunque después se apliquen). No tenemos voz, ni por casualidad, en ningún medio de comunicación censurado, autocensurado o del sistema nacional de medios públicos. No gozamos de la protección de la ley o las instituciones encargadas de impartir justicia. Estamos en una fila, uno por uno esperando que llegue nuestro día de ser perseguidos, encarcelados o exiliados.

Un país paralelo en lo económico. En donde está, por una parte, la economía real, la que está compuesta de miles de emprendedores, empresarios y gente que ha apostado al país. Esta es la economía que, en palabras del propio Giordani, "el Gobierno ha buscado destruir", para encima de esos escombros construir lo que ellos llaman el "sistema socialista": que no es otra cosa que un sistema en donde todo depende del Estado; algo que yo he preferido llamar el "Estado arepera", es decir, una economía paralela en donde todo el proceso económico depende de manera directa del Estado venezolano, tales como empresas públicas, que van desde redes de abastos, areperas, o ferreterías, hasta cementeras, ensambladoras de carros o bancos. Ese aparato económico del "Estado arepera" tiene todas las ventajas y el apoyo del Gobierno Nacional, que lo subsidia, lo protege e incluso lo pone a competir (desigualmente) con actores de la otra economía, la economía privada. Lo peor de todo es que el "Estado arepera" regula y desregula a su antojo, utiliza las instituciones como Cadivi, el Banco Central o la misma PDVSA para acabar la economía privada y potenciar el sistema areperístico, en donde todo es pagado con petrodólares, todo es vendido a pérdidas, la corrupción por doquier, absoluta ineficiencia, sin rendición de cuentas; en fin, se ha creado una economía paralela que ha socavado la economía real y que es en sí misma imposible de sustentar.

Un país paralelo en lo social, en donde hay ciudadanos de primera y ciudadanos excluidos. Los ciudadanos de primera son aquellos que están inscritos en un partido político determinado. Ellos pueden ser beneficiados en las misiones. Si sucede algún milagro, de repente hasta se les adjudica una vivienda. Pueden acceder y ascender a puestos en la administración pública o en cualquier empresa o institución del Estado. Gozan de estabilidad laboral, sea cual sea su rendimiento. Pueden cometer algunos excesos porque saben que el aparato de "justicia" no va a ir en contra de ellos por el hecho de ponerse la franela de un color. Por otro lado, los neoexcluidos, los librepensadores, los que tenemos ideas propias, los que no queremos ser de ese partido político. Los que queremos vivir con el fruto de nuestro trabajo independiente, sin depender del Estado. Nosotros somos ciudadanos de tercera o cuarta categoría. Somos los nunca reconocidos, los insultados, los culpables de todos los males (junto al imperio). Andamos por la vida desprovistos de instituciones a dónde acudir si somos víctimas de algún abuso. Somos los que esperamos ser incluidos en listas para que no nos den el pasaporte, o explicar en qué gastamos los 2.000 dólares de Cadivi para viajero, o para que no nos den Cadivi si vamos a estudiar, o no acceder a algún crédito a través de la banca pública. Un sector que está al margen, por fuera de cualquier política del Estado, por el hecho de pensar distinto.

Un país paralelo en lo moral. En donde la decencia y la dignidad de las personas depende de su corriente política. Acá se ha creado la nueva teoría de la relatividad, que consiste en si estás con el Gobierno o eres de oposición. De eso depende todo. Con esa vara serás juzgado. Para un sector, la ética, la moral, la dignidad, sólo depende de la lealtad al proceso político. No importa si se es corrupto, si mata, cualquier delito es permitido con tal de que sea leal a la "revolución". Por el contrario, la falta de ética, la inmoralidad están automáticamente del lado de quienes adversamos al régimen. Usted puede ser honesto, decente, buen ciudadano, solidario, caritativo, tener valores y principios, pero si no está con el Gobierno puede ser juzgado y condenado como el peor de los delincuentes. El régimen ha querido crear una nueva moral, una nueva ética que no está basada en la virtud, sino que está basada en la complacencia, en la complicidad y en la conveniencia, algo que ellos confunden con la lealtad.

Un país paralelo nunca tomará la senda del progreso. Sólo con el reconocimiento mutuo, el trabajo en conjunto y la formulación de un objetivo común, Venezuela podrá subirse a esa ancha autopista de la paz y la prosperidad.

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