Brian Fincheltub: Madurismo y stalinismo


Caracas, 30 de junio de 2014.- El comunismo parece ser una receta perfecta, donde el orden de los ingredientes no altera el producto. Es imposible equivocarse, cada vez que se cocina la mezcla del partido único, militarismo y burocratismo el resultado es siempre el fracaso. En algunos casos el plato sabe más agrio, aunque te obliguen a comértelo con cara de satisfacción. Ciertamente hay procesos históricos que sorprenden, parecen la copia fiel del pasado. Sus actores, sus errores, el devenir de los hechos, todo nos dan la impresión de una regresión en el tiempo, donde cualquiera que haya podido leer un libro de historia universal hubiese podido alertarlo.

Cada vez más la situación actual venezolana toma rasgos similares a lo vivido en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La URSS representó la concreción de la llamada “revolución bolchevique” en la Rusia de principios del siglo XX, donde el triunfo de los socialistas dio inicio a un largo periodo que estuvo marcado en su nacimiento por la figura de un líder indiscutible de aquel movimiento: Vladimir Lenin. El paso por el poder de Lenin se vio interrumpido por una enfermedad que primero lo alejó de toda actividad pública y luego produjo su desaparición física.

Muerto Lenin inicia otro periodo en aquel proceso revolucionario, al mando de Joseph Stalin, un dirigente soviético que comenzó a acumular poder al ser nombrado Secretario General del Partido Comunista. Recuerden que en los totalitarismos el partido y el Estado se unen, siendo los cargos partidistas los de mayor poder decisorio. Aunque en el lecho de su muerte Lenin alertó sobre Stalin, sus escritos fueron ocultados por este último y sus colaboradores.

Un requisito fundamental para el sucesor debía ser la cercanía al fallecido líder. Por eso Stalin supo aprovechar la situación y se encargó de organizar el funeral de Lenin y pronunciar un discurso donde le juró lealtad eterna. Para mantener su campo de influencia intacto, Stalin se las ingenió para sacar del juego a León Trotski, colaborador cercano de Lenin, a quien no solo borró del mapa político, sino de la historia.

Así inició el stalinismo, la etapa que se caracteriza por el ascenso a las máximas estructuras de decisión de una élite militar que gobernó desplegando un Estado burocrático y autoritario. En el partido se eliminó todo tipo de disidencia, propugnándose la máxima disciplina como sacrificio voluntario de la libertad para lograr la eficacia.

Frente a la crítica, las acusaciones de “traición” eran comunes. Hablar de stalinismo es decir que la voz del líder del partido no podía ser debatida o discutida, es culto a la personalidad, represión de los disidentes políticos e ideológicos, censura de los medios de comunicación críticos y militarización de la sociedad y de los cuadros del partido.

No hace falta hacer comparaciones ni decir nombres, cuando la sola descripción de esta etapa histórica de la URSS parece una narrativa de la situación actual. Entrar a foros como Aporrea, página web de debates chavista, es toparse con una multiplicidad de opiniones que coinciden en que el viraje del madurismo es hacia el stalisnismo. Ubique usted a los actores, la historia está escrita, solo hay que leerla para no repetir sus errores.

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