Elías Sayegh: Pobre rico y pobre pobre


Caracas, 23 de abril de 2014.- Estudiando las teorías del desarrollo de las naciones, para mí siempre me ha despertado especial interés la teoría del desarrollo humano sustentable. Ésta toma a la pobreza como elemento central, y la aborda como causa de progreso o retroceso, y no como consecuencia.

Para entender la pobreza hay que conocerla de cerca, hay que vivirla. Por eso durante muchos años, durante la Semana Santa y otros períodos, me he dado a la tarea de hacer misiones católicas. Como misionero he recorrido el país durante veinte años, es decir, desde que tenía siete. Hemos estado viviendo por lo menos 12 días al año en comunidades en Delta Amacuro, Bolívar, Miranda, Vargas, Lara, Trujillo y Mérida.

Durante esas jornadas desempeñamos una labor religiosa y también una labor social. Diagnosticamos carencias físicas,  espirituales, materiales y morales, y en ese sentido van dirigidos nuestros mensajes, charlas y nuestro contacto con la comunidad.

Una de las cosas más relevantes de las que me he percatado en estos años es sobre la relación entre la pobreza y la religión. Aquellas comunidades donde existe la presencia de un sacerdote, unas hermanitas o monjitas, o un grupo religioso fijo haciendo una labor; pueden ser comunidades muy pobres pero esa pobreza se lleva con dignidad, manifestada en limpieza, organización, espíritu de superación, esperanza. Por el contrario, en las comunidades donde no hay presencia religiosa la misma pobreza se convierte en marginalidad, miseria, desolación, apatía, indiferencia, resignación.

No tengo duda de que la parte espiritual influye directamente sobre el progreso material que pueda alcanzar un ser humano o una comunidad. A veces se evalúa la pobreza con perspectivas simplemente materiales. Sin embargo, estoy convencido de que una de las mejores formas de acabar con la pobreza es influir directamente en el ámbito espiritual de las personas más humildes. Algo que yo no llamaría educación propiamente dicha, ya que este término se aplica al ámbito académico, por eso lo llamaría formación.

Los que pensamos que el ser humano está compuesto de cuerpo y alma, debemos estar de acuerdo en que es necesario dar formación ética, moral y espiritual a cada individuo. Fomentar principios y valores tanto ciudadanos como humanos es parte esencial de la lucha contra la pobreza.

La pobreza sin Dios es desgracia, crea violencia y vicios. Vive de la dádiva o caridad de algún agente externo. No tiene verdadera oportunidad de progreso, puesto que son tantos los obstáculos para salir adelante y tantas las necesidades del día a día, que la persona termina sucumbiendo. La pobreza con Dios es una condición negativa, una prueba, un obstáculo pero con esperanza, con motivación para salir adelante. Las necesidades del día a día se asumen con gallardía y sacrificio, aunque puedan haber momentos de desesperación, se aferra a la Fe y se busca la manera de progresar.

Al final uno se da cuenta que ese elemento que parece subjetivo, a veces logra mucho más que ventajas o desventajas objetivas. La condición espiritual de la persona, su Fe en Dios y a aquella premisa de "a Dios rogando y con el mazo dando", constituyen una carta bajo la manga a la hora de lucha contra este problema estructural como lo es la pobreza.

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