Armando Briquet: Represión sin atajos


Caracas, 23 de febrero de 2014.- Hemos vivido días oscuros, nefastos para la historia democrática de Venezuela. Han sido días duros y tristes para todos. Hemos sido testigos algunos, víctimas muchos otros, de la ira del poder, de los abusos de las autoridades policiales y militares, y de la actuación autónoma de colectivos paramilitares. Nos indigna el silencio de la Defensoría del Pueblo, pero más nos alarma la aparición consecutiva, recurrente y masiva de palabras que hace mucho tiempo habían sido suprimidas del vocabulario del imaginario colectivo. Muchas de las palabras que sirvieron como caldo de cultivo para que se instalara este régimen, las hemos visto renacer contra el pueblo ante el silencio de las instituciones.

Torturados, desaparecidos, oprimidos, colectivos armados y represión, son algunos de los vocablos que volvemos a vivir y no dejan de resonar en nuestras cabezas. ¿Cómo y por qué hemos llegado a este punto?

El silencio cómplice de las instituciones. El discurso violento del gobierno que no puede estar más alejado de la realidad y profundiza, permanentemente, las diferencias entre los venezolanos. La división de un país, no promovido por el pueblo sino desde el poder que ha pretendido ser gobierno de unos y no de otros. El desprecio permanente a la opinión disidente y la persecución política, han sido algunos de los ingredientes que nos traen a esta situación. Pero a todo eso, debemos agregar un pésimo gobierno. Desde la partida del jefe de esa revolución, no han sido capaces de atinar una sola política que apunte a la reconstrucción del país. Es una cadena de desaciertos, ir y venir, perseguir sin beneficio para el colectivo. No hay espíritu de enmienda sino más bien ratifican día a día sus ineficiencias.

Incluyendo la medida más ineficiente de todas: querer tapar la realidad.

No es golpeando ni apresando periodistas y fotógrafos que dejarán de haber atropellos, mucho menos sacando del aire televisoras, ni cortando Internet. No es la expulsión y supresión de acreditaciones a cadenas internacionales la fórmula para la paz en Venezuela.

No es censurando que cesarán los atropellos ni los problemas de los venezolanos. Al muchacho que lo golpean con un bate forrado en goma espuma no le duele menos porque no tenga marcas, ni deja de estar menos golpeado porque no le queden cicatrices visibles.

Hay una verdad en todo esto y se debe trabajar en función de ella: ¡la represión debe cesar!. El diálogo partiendo del reconocimiento de la realidad, es el camino que se espera en democracia. Negarse desde el poder a eso es abonar el camino del conflicto y el autoritarismo.

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