Elías Sayegh: Moral y Luces


Caracas, 22 de enero de 2014.- A lo largo de la historia se ha visto cómo los pueblos más cultos y más educados han llegado a ser las más extraordinarias civilizaciones de sus respectivos tiempos. Grandes ejemplos de esta premisa serían los egipcios, los persas, los griegos y los romanos, entre muchos otros. Lo cierto es que estas fueron naciones que lograron destacarse por múltiples razones, quizás muy puntuales en cada caso particular. No obstante, una de las razones por las cuales estos pueblos dominaron su tiempo y su espacio geográfico, y que es común a todos, es que siempre estuvieron a la vanguardia del conocimiento y de la tecnología en sus respectivos momentos históricos.

Analizando algunas experiencias históricas como las antes citadas, así como muchas otras que hay, se puede evidenciar lo valioso que ha sido el conocimiento y la educación, que son traducidos en tecnología y orden público, y que crean las condiciones para que una nación salga adelante y sea ejemplo para las demás.

Ahora bien, sin ir tan lejos en la historia se puede decir que hoy más que nunca el conocimiento traducido en tecnología abre cada vez más la brecha entre los países desarrollados o de primer mundo y los países tercermundistas.

Por citar algunos ejemplos del siglo XX, la Alemania nacionalsocialista logró tener a casi toda Europa bajo su control militar gracias a sus grandes avances tecnológicos producto de sus grandes mentes científicas, como los cohetes teledirigidos, entre otros. Luego, el conflicto bélico entre la Unión Soviética y Estados Unidos de América denominado como guerra fría, era en realidad una carrera tecnológica para lograr tener el control.

Como se ha de notar, esos países han entendido que más allá de sus recursos naturales la verdadera arma para el progreso y el desarrollo es el mismo ser humano, concretado en los intelectuales, los científicos y en los destacados. Por esto, los países más desarrollados del mundo, a través de sus universidades, captan la atención de las jóvenes promesas y de las nuevas generaciones de intelectuales de todo el resto de las naciones, garantizando así los últimos avances y las tecnologías de vanguardia, lo cual significa la continuidad de sus grandes civilizaciones.

Sin ánimos de politizar el presente escrito, conviene recalcar que no se equivocaba Bolívar cuando dijo: "Moral y luces son nuestras primeras necesidades". Seguramente, el Libertador conocía estas experiencias históricas y viendo la realidad en que se encontraba, es decir, un territorio en buena parte deshabitado, con una población que en su mayoría vivía en condiciones marginales, con unos ciudadanos que tenían precario estado de salud y un bajísimo nivel cultural generalizado. Sin embargo, no dijo "la salud es nuestra primera necesidad" o "la alimentación..." o "la seguridad...". Bolívar sabía que la mayor necesidad de Venezuela era lo que hoy se denomina como: Capital Humano, es decir, una sociedad cohesionada, un grupo de profesionales, de personas cultas y de gente instruida en todas las ramas del saber, para que lograran encarrilar al país en los rieles del progreso, del desarrollo y del bienestar.

Lamentablemente, se puede considerar que incluso hoy en los días presentes no se ha logrado satisfacer lo que el Libertador denominó, hace casi dos siglos, como nuestras "primeras necesidades". Sin duda alguna, uno de los principales retos de las presentes y futuras generaciones será hacer de este ideal, una realidad.

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