Armando Briquet: El diálogo según Maduro


Caracas, 20 de diciembre de 2013.- Y convocaron a los alcaldes a reunirse con Nicolás Maduro. Este evento, que podría considerarse natural en cualquier sana democracia, en nuestro país está lleno de polémica y turbias intenciones.

En primer lugar, no se convoca al diálogo anteponiendo chantajes para este, más aún cuando tenemos quince años de tensión política, de polarización y confrontación. Claro, muchos dirán que hay condiciones mínimas que deben darse para entablar un diálogo, pero estas condiciones mínimas pasan por el mutuo acuerdo de los principios que regirán el diálogo.

6 millones 591 mil 304 venezolanos dijeron el 7 de octubre de 2012 que no estaban de acuerdo con lo contemplado en el Plan de la Patria. Cuatro millones y medio de venezolanos votaron por alcaldes de la unidad en toda Venezuela, ratificando así que somos dos mitades, que queremos otra forma de gobernar, una alternativa al socialismo del siglo XXI. No podemos dejar de mencionar que aproximadamente 12% de quienes votaron, además lo hicieron por otros candidatos, no encasillados en la unidad o en el polo patriótico, otra alarma que nos debe llegar a quienes hacemos política y creemos en la inclusión. Ante la dicotomía a la que la dinámica nos ha llevado surge la necesidad de ampliar nuestro espectro y oír la voz de quienes se han cansado de los dimes y diretes entre Gobierno y oposición.

Ante esta realidad, Nicolás Maduro convoca a los alcaldes electos a reconocer su plan de gobierno como ley, y su legitimidad como Presidente, pese a la poca transparencia del proceso que le eligió, y no cabe sino preguntarse: ¿dónde queda la voz del pueblo que ha dicho que no quiere seguir viviendo como hasta ahora, su voluntad, su expresión a través del voto?

Basta de utilizar las necesidades del pueblo como pretexto para obtener el reconocimiento que los votos no dieron en su momento, basta de rencillas y chantajes. Los venezolanos merecen que sus problemas sean resueltos, y que la Constitución sea respetada, que el situado sea asignado, sin que ello implique comprar personas ni conciencias.

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