Caracas, 30 de noviembre de 2014.-Andrea Pacheco muestra con orgullo el dedo con tinta indeleble que dejó su participación el 23-N en las elecciones de los 3.988 jefes de patrullas del PSUV. Sin embargo, no está feliz con lo que pasa en el partido: una división en ciernes por falta de democracia interna, pelea entre grupos que desean controlar la maquinaria con miras a los comicios parlamentarios en 2015 y presidenciales en 2019; y una confusión entre el papel de la organización y el Ejecutivo, que terminó por burocratizar el apoyo espontáneo al oficialismo.
“En el liceo Antonio Arraiz, Caracas, donde voté tenían derecho a hacerlo 800 camaradas, pero no llegamos a 150”, contó Pacheco, politóloga y docente universitaria, que desde los 18 años milita en el PSUV.
La abstención la atribuyó al desánimo producido desde la muerte de Chávez en 2013 y las sanciones aplicadas a quienes han disentido del gobierno, como Marea Socialista y Clase Media Socialista, que en la práctica se ha traducido en la purga de 305 militantes. “La gente no sigue al partido porque a la dirigencia le falta poder de convocatoria; hay crisis de liderazgo. Se ha transformado en una maquinaria electoral y no abre espacios para el debate. Las exclusiones de gente de Marea trajeron más descontento y eso es percibido como sectarismo”, agregó.
Claudio Domínguez, desde Anzoátegui, explicó que no votó porque no vio figuras locales y estadales dar razones para hacerlo. “Sinceramente no me inspira confianza un partido cuyos ‘lideres’ no sean ni siquiera discretos para mostrar su apego a la extravagancia, ostentación, consumismo y valores capitalistas”.
En el municipio Páez, Apure, hubo una trifulca entre legisladores y militantes que apoyaban distintas fórmulas, dijo Oscar Omaña en el artículo “La cruz del perdón en el PSUV”, en Aporrea: “Aplicaron un chavemometro o un madurometro para ver quién es o no más puro”. De 41.000 electores solo votaron 6.000.
División silenciosa. La carencia de espacios para el debate ha conducido, por lo menos, a tres grupos moverse para obtener legalización de nuevas organizaciones en el CNE, según informes políticos.
El militar retirado William Izarra espera por la venia de Democracia Directa, así como los ex integrantes de la Unión Popular Revolucionaria. La situación ha generado renuncias de seguidores del PSUV como pasó en Trujillo con la corriente Fabricio Ojeda, que terminó inscrita en Vanguardia Republicana Bicentenaria porque Yoel Acosta Chirinos, comandante del 4-F, plantea el “rescate de los ideales” que los llevaron a alzarse en 1992.
Alirio Gil, coordinador de VBR-Trujillo, afirmó que el tiempo les dio la razón: “Se profundizó la política económica equivocada y la desenfrenada corrupción de los dirigentes, como fue la desviación de 25 millardos de dólares de Cadivi que originó desabastecimiento. El PSUV está en su punto más bajo de popularidad. Inventaron una distracción electoral llamada ‘elección de los círculos de lucha popular’ en un intento de aliviar el gigantesco descontento”
Gil anunció que VBR se deslinda “completamente del madurismo” y trabajará por atraer “las bases descontentas y frustradas del partido y de la MUD”. Y agregó que con ellos y la militancia rescatarán el proyecto que fue desviado por las cúpulas del MVR y del PSUV. “De esta manera derrotaremos a la vieja oligarquía cívico-militar de la MUD y a la nueva oligarquía cívico-militar del PSUV”.
Así, como existen corrientes que se van existen otras que desean mantenerse y hay tres fracciones que pelean por dominar el chavismo. Han adquirido medios de comunicación para imponerse, vía electoral, según diputados psuvistas y dirigentes del Polo Patriótico.
La corriente castrense, integrada por Diosdado Cabello y gobernadores militares, mantiene un pacto con Nicolás Maduro y se adueñó de VEA. El segundo bando está bajo dominio del mandatario de Aragua, Tareck el Aissami. Y el tercero lo forman quienes cuestionan la “dedocracia en el PSUV”, condenan el “reformismo de Maduro” y abogan por el legado de Chávez.
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