Caracas, 13 de agosto de 2018.- Una vez más el aparato comunicacional del régimen se ha encargado de desviar la mirada de la opinión pública para ocultar su rotundo fracaso. Esta vez lo han hecho ejerciendo, con una crueldad incomparable, la persecución, la incriminación e incluso el secuestro de líderes políticos que forman parte de las filas en las que se defiende el derecho a la democracia y a la justicia.
Teniendo el país a punto de paralizarse, no por un paro general sino por la inoperancia y la corrupción del aparato público, el régimen ha decidido emprender una torpe épica de la violencia con incriminaciones y violaciones de los Derechos Humanos que escondan bajo la alfombra la ingobernabilidad en que hundieron a la Nación.
Y es evidente que su estrategia les da algunos resultados. Ejercen su Poder de una manera despiadada y se benefician de la falta de articulación que padecemos en las fuerzas democráticas, donde una unidad que no termina de concretarse es atacada con acciones como éstas cada vez que al gobierno le urge fracturarnos.
Hemos manifestado nuestra solidaridad con los Diputados Juan Requesens y Julio Borges. Somos personas que hemos asumido el reto de confrontar políticamente a un régimen criminal con apoyo de una cúpula militar que no quiere soltar el Poder. Eso es una decisión que, históricamente confronta con circunstancias como las que ahora estamos viviendo. Y no cesarán.
Por eso es importante hacerle ver a cada venezolano que en Venezuela ya no es necesario ser un líder ni un activista para ser un perseguido político. Debe saberlo cada una de las personas que nos lee y que nos apoyan o critica. Debe saberlo todo aquel con quien tengas la oportunidad de hablar, para que lo interiorice. Sostener esta la lucha por los derechos y las libertades es una labor que nos pone a todos bajo amenaza. Cuando eso sucede debemos enfrentarlo con cohesión, sin mezquindades y con la consciencia puesta en que no existe otra manera, porque en todo totalitarismo cada ciudadano es un perseguido político.
Son perseguidas políticas las madres de familia, cuando los cómplices del partido de gobierno las extorsionan para que puedan tener acceso a una caja de comida, que con dificultad pueden pagar y de la cual depende la alimentación de sus hijos por culpa de la escasez y la hiperinflación.
Son perseguidos políticos los trabajadores de la salud y las enfermeras, a quienes han decidido matar de hambre y de mengua, al pretender silenciar un paro nacional que cualquier gobierno decente atendería como una emergencia prioritaria.
Son perseguidos políticos los trabajadores de las empresas del Estado, a quienes no se les permite reclamar salarios dignos ni denunciar las situaciones de corrupción e incumplimiento de contrato, bajo la amenaza del patrono más cruel que puede tener un obrero en Venezuela: el gobierno.
Son perseguidos políticos los pacientes que dependen de un medicamento de alto costo y cualquiera que tenga una situación de salud comprometida. Son perseguidos políticos los abuelos y abuelas que dependen de una jubilación hambreadora que los somete a episodios de maltrato. Son perseguidos políticos los empresarios expropiados, los expropiables y los que padecen la incapacidad de producir en medio de la crisis.
Son perseguidos políticos los transportistas, los educadores, los funcionarios públicos, los obreros, los sindicalistas honestos, los trabajadores de la cultura, los periodistas de investigación, los analistas, los periodistas, los inversionistas, los emprendedores, los activistas de ONGs, los estudiantes universitarios, los académicos, los líderes comunitarios.
Cada uno de los ciudadanos que queremos generar el cambio, sea de la tendencia política que sea, hoy es un perseguido político.
El gobierno ha decidido incriminar y perseguir a quien sea necesario, con tal de no poner en evidencia el rotundo fracaso de un modelo político que sólo ha generado pobreza, corrupción, miseria y hambre. La simple idea de perder el Poder les genera un miedo enorme. El asunto es que no se trata de un miedo que los mueva a huir o a renunciar, como quieren hacer ver muchos. Se trata de un miedo que los ha llevado al punto de atacar con lo único que les queda a mano: la violencia.
Con violencia pretenden fracturar nuestra lucha y cualquier coalición que se pueda generar en una dirección común. Con violencia, empujan a nuestros hermanos a irse del país en condiciones deplorables. Con violencia, violan sistemáticamente nuestros Derechos Humanos para lograr sus objetivos. Con violencia, el aparato propagandístico inventa una farsa tras otra. Con violencia, el aparato comunicacional ha decidido crear un clima de opinión. Con violencia, los responsables de la crisis han amenazado a Julio Borges. Con violencia, el aparato policial se llevó al diputado Juan Requesens secuestrado de su propia casa.
Y aquí es necesario hacer una aclaratoria: además de que nadie tiene noticia de una orden judicial que justifique una acción policial que no es otra cosa que un secuestro, se tiene por nula cualquier declaración hecha en condiciones de desaparición, sin presencia de abogados y bajo coacción de cualquier tipo. La grabación de videos con declaraciones hechas en estas condiciones se ha convertido en una práctica común por los esbirros del aparato parapolicial de Nicolás Maduro, pero siempre con una intención comunicacional. Ni siquiera pueden utilizarlo como pruebas en las comparecencias: lo único que les interesa es la bulla, lo mediático, la humillación y la mentira.
En política existe una máxima que ha sido confirmada por la historia: todo lo que se logra con violencia sólo puede ser defendido y sostenido con violencia.
Ha quedado demostrado que la violencia es el único mecanismo que les queda para hacernos ver que ellos “son los que mandan”, como han hecho durante décadas las dictaduras africanas y latinoamericanas, con la intención de instalar un mito terrible: que sólo ellos estarán en el Poder para siempre y que todo está perdido.
Secuestros y detenciones como los vividos por Juan, y por cada uno de los presos políticos que mantienen en sus mazmorras de las policías políticas del régimen de Nicolás Maduro, son pensadas para instalar en los venezolanos ese miedo que los haga creer que el cambio no es posible.
Tanto logran instalar esa idea que olvidamos sus fracasos rotundos: no pudieron hacer el Censo de Transporte, les ha sido imposible aplicar la reconversión monetaria, han perdido la mayoría del apoyo internacional, están a punto de perder un activo tan importante como CITGO, el congreso de su partido fue un fracaso y el intento de magnicidio que denunciaron, además de no haber despertado el apoyo del Pueblo venezolano y la reacción internacional que deseaban, ha puesto en evidencia su intención de perseguir y apresar a las piezas del juego político.
Y que no se nos olvide que en el caso de Juan estamos hablando de un diputado, de una violación a su inmunidad parlamentaria de alguien que fue electo por el pueblo de Táchira para que los representara, hecha desde esa inconstitucional mentira llamada asamblea constituyente.
Sabemos que en el gobierno tienen terror de perder el Poder. Así que es la violencia lo que les permite mantener sus guisos, pero el pueblo venezolano está por encima de eso. Desde nuestras filas nadie está dispuesto a sacrificar su dignidad.
Aun así, hasta los más crueles dictadores han sido derrotados. Sin embargo, sería una irresponsabilidad, una falla estratégica inadmisible, no admitir que la violencia es un terreno donde ellos son superiores a nosotros. Eso sería mentirle a la gente. Y nosotros no estamos dispuestos a eso. Así digan algunos que admitirlo es impopular. Es demagogia pura venderle al país el humo de una rebelión armada, de una invasión, de un supuesto golpe militar. Es irresponsable hablarle de renuncias y caídas a quienes hoy en día todavía dependen de una bolsa de comida subsidiada. Es mentirle a la gente. Y eso en política siempre se paga.
Si el efecto más significativo de esa violencia con la que el gobierno nos persigue y amenaza es el miedo, ese miedo sólo podrá ser vencido desde las fuerzas democráticas si logramos demostrar que estamos listos para ser gobierno y que sabemos qué es lo que hay que hacer.
Sin abandonar los otros terrenos de lucha, como esos que implican denunciar las violaciones de los Derechos Humanos, incidir en la opinión internacional, así como atender el hambre, la violencia y la crisis de salud desde donde lo permitan nuestras estructuras, ahí es donde debemos fortalecernos en este momento: en demostrar que somos una mejor opción y que estamos dispuestos a poner en marcha una nueva manera de entender la política que pueda revivir la esperanza de que el cambio es necesario, pero sobre todo posible.
Sólo así espantaremos el miedo que el gobierno insiste en sembrarnos. Y aquí me hago eco de unas palabras del propio Juan: no permitamos que el miedo nos obligue a arrodillarnos ante quienes quieren fracturarnos la moral. No lo permitamos: hagamos lo que sea necesario para que ese cambio político por el cual llevamos años luchando se transforme en una verdad incuestionable.
Si no lo logramos, si no lo hacemos pronto, no habremos honrado cada esfuerzo sostenido, cada victoria alcanzada, cada libertad perdida, cada esperanza sembrada, cada muerte padecida.
Es nuestra responsabilidad. Y sé que los venezolanos no estamos dispuestos a evadirla ni a dejarnos intimidar. ¡Vamos venezolanos! Como dijo el poeta Mario Benedetti “No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños”.
¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela hoy, mañana y siempre!