Caracas, 19 de noviembre de 2017.- Parece que para Maduro Zimbabue no es sólo un ejemplo a la hora de imprimir billetes de altas denominaciones, sino que también lo es como modelo de gobierno.
Si bien es cierto que ningún golpe de Estado debe ser avalado, ocurra donde ocurra, y que las vías para lograr los cambios en los países deben ser democráticas, es paradójico que Maduro exprese preocupación y condene la ruptura del orden constitucional en alguna parte del mundo cuando en su propio país él y su cúpula violan la Constitución a diario.
Quizás el asunto está en la coletilla, que dice que condena la ruptura del orden constitucional “por parte de un sector del ejército que ha confinado en su casa” a Mugabe. Maduro entiende entonces que si el orden constitucional lo viola él desde Miraflores la democracia no se tambalea, pero que si lo hace el ejército entonces es un golpe de Estado.
El concepto de democracia para Maduro es que él esté en el poder para siempre. No en vano hemos vivido tiempos muy difíciles donde no sólo nos han ahogado económicamente sino que además este régimen se ha movido de tal manera pretendiendo tener el control de todo el poder en sus manos y lo que les estorba lo apartan.
Por esa razón es que en Venezuela estamos viviendo mundos paralelos. Mientras tenemos una Asamblea Nacional elegida por más de 14 millones de venezolanos que ha tenido que defender su espacio incluso enfrentándose a la propia Guardia Nacional, y allí están los diputados democráticos defendiendo cada día la voluntad del pueblo; el gobierno coloca una fraudulenta constituyente para escudar sus artimañas a través de ese fraude.
Mientras el Tribunal Supremo de Justicia nombrado por la Asamblea Nacional como corresponde según nuestras leyes está en el exilio producto de la persecución de este régimen; la camarilla mantiene a unos magistrados que violando las leyes se mantienen en esos cargos.
Cuando quien los acompañaba hasta hace poco les dio la espalda y empezó a denunciarlos como lo hizo la Fiscal General de la República, nombraron a otro Fiscal de forma fraudulenta para que la reemplazara, teniendo esta aún vigente su cargo y alzando su voz ahora desde el exilio.
Para los demás, los que somos electos por la voluntad del pueblo para ejercer nuestra vocación de ser personas al servicio de los venezolanos, este gobierno tiene la carta de las inhabilitaciones, con la que se han venido construyendo una oposición a su medida.
Y a la par de todas estas maniobras políticas cuyo único fin es mantenerse en el poder, enquistados, para siempre, la economía del país se hunde cada vez más y cada vez más venezolanos van entrando en la miseria, gracias a un gobierno que, a diferencia de lo que pregona, el bienestar del pueblo es lo que menos le interesa.
Así, el régimen que tanto critica a los gobiernos pasados tiene las mismas prácticas que algunos de ellos pero perfeccionadas y con más recursos para robar.
Poco antes de que Jaime Lusinchi dejara la Presidencia de la República se llevó a cabo una restructuración de la deuda y se le vendió a los venezolanos como el mejor refinanciamiento del mundo, lo que ocurrió es que quien asumió luego la presidencia recibió un país completamente endeudado.
¿Les suena conocido esto que les voy a contar?
La disparidad del bolívar respecto al dólar crece constantemente y también crece la inflación. La economía es dependiente y el país es monoproductor. El gasto público es exorbitante. Las políticas del gobierno para enfrentar la crisis es aumentar los salarios y controlar los precios y las divisas.
Ciertamente es una descripción a la medida, e incluso se queda corta, de lo que estamos viviendo con Maduro, pero eso que acabo de describir son características de gobiernos en el pasado, esos que tanto critica el gobierno.
Mientras Maduro y su camarilla buscan tener el control de todo, el dólar sube a pasos agigantados días tras día, haciendo la vida de los venezolanos cada vez más cuesta arriba porque destruyeron la producción nacional y todo lo que consumimos se trae de afuera. En tal sentido, cada vez que aumenta el dólar trae consigo un aumento inmediato de todos los productos que consumimos. En un año la Canasta Básica Familiar aumentó 619,2%, incrementando un millón de bolívares entre agosto de 2016 y agosto de 2017.
Por otro lado, el 90% de lo que consumimos es importado y esta dependencia de la importaciones pondrá al país en un panorama aún más complejo, pues sumado a la crecida galopante de los precios, la escasez se irá acentuando cada vez más, ya que al tener que pagar la deuda en la que nos metió este gobierno, serán menos los recursos con los que se cuente para poder importar.
No se justifica que el país con las reservas más grandes de petróleo y durante un gobierno donde ingresaron tantos recursos gracias a la bonanza petrolera, se esté padeciendo una crisis sin precedentes en la historia de Venezuela y que los venezolanos estén muriendo de hambre y por falta de medicamentos.
Los compromisos que está adquiriendo el gobierno con la deuda hacen que cada venezolano le deba al mundo 4.720 dólares. Este pago de la deuda externa por persona creció 64,1% con respecto a 1998.
El incumplimiento de los pagos de la deuda por parte del gobierno también han ocasionado que el riesgo país se disparara a 5.305 puntos. Con este panorama no habrá empresa alguna que quiera venir a invertir en Venezuela y la producción nacional seguirá palo abajo, que ya tiene un déficit de 60%.
Cuando los problemas crecen sin solución la única manera de acabar con ellos es atacando la raíz del problema, en este caso, cambiando de gobierno.
Este gobierno ha tenido oportunidades para rectificar y no lo ha hecho. No lo hace porque no está en su concepción hacer las cosas de una manera diferente. Tampoco está en sus intereses hacerlo. Para este régimen el único objetivo es mantenerse en el poder a toda costa, por lo tanto, la destrucción de nuestra economía y la dependencia de los venezolanos a las dádivas del gobierno es su mejor jugada.
Por lo tanto, no hay otra solución a los problemas de Venezuela que logrando el cambio de gobierno que nos permita replantear el camino del país con una visión de progreso, y eso lo podemos hacer.
Cuando los caminos se ponen estrechos y cuesta arriba sentimos que no vamos a poder seguir subiendo, nos paramos y miramos hacia arriba pensando: cuánto falta. Pero respiramos profundo, aliviamos nuestra carga y seguimos para adelante, no nos quedamos en la mitad del camino, seguimos hasta la cima.
Venezuela nos necesita a todos respirando profundo para continuar. Si debemos hacer una pausa para respirar, hagámosla. Pero no nos paremos tan cerca del final de este camino. Continuemos subiendo hasta lograr el cambio por el que tanto hemos luchado, un cambio para que Venezuela tenga una solución. Toda nuestra energía debe estar enfocada en tener unas elecciones presidenciales justas y democráticas, que finalmente permitan el cambio por el que tanto hemos luchado.
Sigamos con fuerzas. ¡Dios los bendiga!