Caracas, 30 de abril de 2017.- Vamos a cumplir 27 días continuos de protestas en el país, somos miles y a veces millones los venezolanos que salimos al encuentro en las principales avenidas de los diversos estados de la nación. Son ya contadísimas las actividades y eventos que se han dado en el marco de esta jornada, para elevar nuestra voz frente a los innumerables y terribles problemas que estamos soportando estoicamente como ciudadanos.
Esta es una lucha que de cierta forma no tiene fin claro, porque depende de la resistencia y de la coherencia con que se determinen las acciones, está sujeta a una negociación que se centra en la demostración de fuerza y eso hace que el aterrizaje de cualquier solución que permita ir saliendo de este hervidero. Construida en la misma dinámica y sus efectos sean medidos casi que en tiempo real.
Pero existe una lucha que sin duda alguna estamos ganando, la lucha que representa tener el simbolismo de la vanguardia. Tener el mensaje construido a partir de trozos de nuestra esencia. En este campo vale destacar que el poder siempre fue muy hábil para ubicar nichos, para elaborar propuestas simbólicas que permitieran agrupar a los diferentes, en gesto, formas y maneras que construyeron una identidad de grupo y de fuerza.
Desde la boina roja, pasando por el puño cerrado golpeando la otra mano abierta o los ojos del difunto, pasando por el enorme aparato comunicacional construido para distribuir y en otros tanto imponer. Lenguajes y conceptos que se enraizaron en el inconsciente colectivo, como terminando en el rojo originario y ahora los bigotes del que está. De cierta forma el poder ha utilizado con excelente desempeño, la cultura, la música y las expresiones populares para insertar en la sociedad una forma de ser y de dar, de militar, de organizarse, y allí en muchos tiempos nos ganaron de cierta forma la pelea.
Los símbolos de la Oposición y la gorra de Capriles
Podemos decir que la Oposición tampoco ha estado huérfana de esta forma de lucha, el uso de la bandera nacional, del blanco para manifestar el deseo de paz, o el concepto de Unidad como un poderoso motor de movilización hasta llegar a la gorra tricolor de Henrique Capriles. Todos son símbolos y sin duda hitos de lado y lado, que permitieron avanzar y ganar pequeñas batallas en la permanente contienda política.
El tema es que hoy, luego de toda esta jornada, esa competencia por asumir el simbolismo de la lucha está claramente sobrepasado por los que creemos en un cambio. Y lo más sorprendente y a la vez parte de su éxito, es que estos no han sido fabricados o previamente pensados, sino todo lo contrario. Han surgido como forma viva y cuasi espontanea en la misma medida en que se desarrollan los acontecimientos, son el producto de la dinámica y de sus actores que, en muchos casos, están aislados entre sí pero que en su conjunto construyen un ideario.
Ejemplos sobran, desde los heroicos jóvenes que con sus guantes, cascos, máscaras e insumos de primeros auxilios se han transformado en los protagonistas silentes de la calle. Paramédicos universitarios, profesionales de la calle consecuentes hoy son imagen e ícono de lo que nos pasa.
O la señora que detiene la tanqueta al mejor estilo Plaza Tiananmen, dejando impávidos a muchos. El joven que en su desnudez y biblia en mano, nada lo detuvo y que en posteriores entrevistas termina siendo militante de la paz en una especie de hippie a lo venezolano. O sencillamente la Hermana Esperanza, la monja que permite ver sólo por segundos el lado humano del que reprime, el guardia abrazando a la abuela, los hijos que critican a su padre, el anciano que se coloca al frente para también tragar gas del bueno.
En la calle, allí donde nace una enorme solidaridad que se respira en ese campo de batalla donde no existen diferencias de ningún tipo, basta ver a uno sólo de los diputados o dirigentes dando la cara para transformarse en sumiso en una épica que dice demasiado. Una lucha no sólo se gana por la fuerza, también se combate desde lo simbólico y creo que en este caso, esa pelea la tenemos realmente adelantada como para que tenga el poder y la oportunidad de ganarla.