Caracas, 17 de septiembre de 2015.- Según la última encuesta de coyuntura realizada por CONINDUSTRIA entre sus agremiados, el 49% de las empresas han disminuido su producción y solo ésta siendo utilizada la mitad de su capacidad instalada, especialmente la pequeña empresa, que en su mayoría son empresas familiares, se ve afectada por la disminución de inventarios y una expectativa no muy alentadora para los próximos meses. Los principales obstáculos que se tienen para producir en el país están determinados por la pérdida de créditos con proveedores internacionales, la dificultad para obtener materias primas, los controles de precio y en especial, la incertidumbre politica.
Estos son números que se vienen presentando en los últimos meses y que dejan claro que la crisis económica que vive nuestra nación es estructural y poco o nada, responden a una coyuntura determinada por factores externos. La crisis en los procesos productivos puede verse en primera instancia, como un asunto entre poderosos empresarios, un conflicto que solo toca a los dueños de los grandes capitales y que para nada incide en el día a día de los ciudadanos comunes. Desde el poder se empeña tiempo y dinero para demostrar que frente a cualquier crisis de lo privado, existe un gobierno que puede contener cualquier impacto negativo sobre la población y que, como en una suerte de magia de lo público, puede el gobierno, solo y haciendo uso de los recursos provenientes de la renta, brindar de forma efectiva, todos los bienes y servicios que necesita el país. Basta con recordar al propio Maduro cuando hace escasos 12 meses afirmaba en su memoria y cuenta ante la Asamblea Nacional, que el gobierno tenia todos los recursos necesarios para el correcto desarrollo de nuestra económica, que no se daría por ningún motivo una devaluacion y que las expectativas de crecimiento serian positivas, que así el barril del petróleo llegará a “0” dólares, los programas sociales estaban garantizados.
Muy lejos estaban esas promesas de la realidad que hoy se vive en cualquier rincón del país, el desabastecimiento ha provocado un mercado negro y un sistema económico conocido como Bachaqueo que se nutre de las distorsiones económicas, la inflación es producto de una terca intención de tener un perverso control de cambio y sostener el gasto público por medio de una impresión desaforada de billetes, las enormes colas que decoran nuestras calles son el producto de esa destrucción exprofesso del aparato productivo, de un control de precios inoperante y de una persecución disfrazada de inspecciones, que solo ha creado condiciones para la desinversion. En fin, el problema es estructural, nace de un diseño económico sin sentido práctico y se sostiene bajo un empeño infructuoso de implementar un proyecto político que se agoto. Pero sobre todo, la crisis económica es endogena, nadie distinto al gobierno la provocó y nadie distinto al gobierno debe ser responsable.
Desde el poder se busca cambiar una realidad que golpea sin miedo a todos los venezolanos, y lo busca decretando realidades inexistentes, como cuando decretaron que la crisis económica mundial no nos afectaría o que el Bolívar ahora sería fuerte. Pero no se puede, no se logra convencer a quien vive de a poco la destrucción de su bienestar, a quien pasa horas buscando comida, repuestos, materiales, o cuanto bien necesita, no se puede esconder el gran problema, no se puede evitar el escrutinio, el contraste entre lo que se dice y lo que se sufre.
Los empresarios no son dueños del destino de la nación y mucho menos son la mayoría, pero lo que viven afecta a todos, los números que arrojan sus encuestas impactan sobre la sociedad, son ellos un pequeño síntoma de la grave enfermedad que tiene nuestro país, pero que se niegan a diagnosticar desde el poder. Lo terrible es que mientras se usa la palabra para mentir, cada hombre y mujer de la nación comienza a sentir y vivir la desesperanza de un sueño roto.