Caracas, 03 de agosto de 2015.- Los jefes de Estado, los parlamentos, los pueblos del planeta, fueron testigos esta semana de la más clara expresión del desconocimiento a la independencia de los poderes que padecemos en Venezuela, del sometimiento de las instituciones, del desconocimiento de las decisiones del pueblo, de la ignorancia de las reglas del juego democrático, cuando el mismísimo Nicolás, a las puertas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), usurpó las competencias del Poder Electoral y sentenció que no aceptará, “jamás”, que el proceso electoral de diciembre cuente con la observación por parte de alguna institución como la Organización de Estados Americanos (OEA) o la Unión Europea.
Se ven acorralados por los venezolanos, cuyo descontento es incontenible, y como reacción ante ese descontento, Nicolás no tuvo pudor alguno para pasar la raya amarilla, para comerse la luz roja, y dejó clarito que el discurso del respeto a la democracia y a la soberanía popular, con el que tanto se llena la boca, no es más que una habladera más de gamelote.
Es en la trampa y la emboscada donde Nicolás y su combo se mueven como peso pluma. Por eso se niegan a la presencia de cualquier misión de observadores electorales de organismos acreditados, con independencia logística, técnica y política que, como en el caso de la OEA, tiene más de 200 experiencias como observador electoral. Acepta el “acompañamiento” de incondicionales, de instancias creadas por ellos mismos, para pagarse y darse el vuelto, pero la presencia de observadores independientes le causan piquiña y angustia.
Lo de ellos es poner presos a quienes no piensan igual y ordenar inhabilitaciones, acaparar los medios de comunicación, amenazar con represalias a los trabajadores públicos y obligarlos a vestir una franela de su partido, usar como arma la guerra sucia y la mentira, meterle la mano a los recursos de los venezolanos para financiar sus movilizaciones y toda violación de las normas.
Pero se equivocan. Como dice nuestro pueblo: “una cosa piensa el burro y otra quien lo arrea”. Subestiman a nuestro pueblo que, además de paciente, es sabio, y ya no se cala más cuentos de camino. Los venezolanos conocen muy bien quiénes son los responsables de que hoy no puedan comer carne porque el kilo les cuesta 1.300 bolívares, o uno de lentejas 800 bolívares; que no pueda dar un vaso de leche a sus niños porque expropiaron las fincas ganaderas, las arruinaron y ahora no se consigue leche; que no pueda pegar un bloque porque confiscaron las empresas cementeras y las destruyeron; y también sabe que, después de tener una industria petrolera de talla mundial, de ser el segundo exportador de crudo, hoy Venezuela está importando petróleo y gasolina porque desfalcaron a Pdvsa, se robaron sus reales para comprar conciencias en otros países, para engordar cuentas en bancos extranjeros, para adquirir aviones, yates y mansiones, mientras nuestro pueblo pasa hambre. En lugar de sembrar el petróleo, sembraron miseria.
A los venezolanos no nos sorprende la desvergüenza de este gobierno. Se han quedado sin excusas y no tienen argumentos, están sin ruta, con la cartilla de mentiras agotada, con la corrupción al desnudo, y con la peor crisis económica y social en nuestra historia tras tener en sus manos una riqueza fabulosa. El rechazo a recibir la observación internacional para las elecciones del 6D es, simple y llanamente, una muestra de miedo. Ya lo manifestó cuando le sacó el cuerpo a la audiencia con el Papa Francisco y se inventó una otitis.
A la cúpula corrupta le corre el miedo por el espinazo y como una fiera arrinconada está dando sus últimos manotazos. Sabe que su régimen de atropellos tiene los días contados, que el cuerpo de diputados que llegará a la Asamblea Nacional en enero próximo le parará el trote a su marabunta, que la renovación en las instituciones del Estado lo desarmará y le quitará los fusiles con los que apunta y somete, como pirata de carretera, desde la Contraloría, la Fiscalía, el TSJ, el CNE, el Seniat, Conatel y demás organismos.
El miedo que tienen los puede llevar a hacer cualquier cosa. No solo en lo interno. Ya lo estamos viendo con el arrebato de los galpones en La Yaguara. Desde esas instalaciones se distribuyen los pocos alimentos que se producen en el país hacia la Gran Caracas y los estados Vargas y Miranda. ¿Qué pretenden ahora, además de llenar las despensas de sus casas? ¿Castigar más a la población de estas entidades dónde se saben perdidos?
También podemos esperar cualquier acto demencial como alimentar conflictos externos. ¿Cómo puede explicarse que como ministro de Relaciones Exteriores no movió nunca un dedo por la defensa del Esequibo, ahora ande vociferando que se le irá la vida en su defensa? ¡Qué va estar recuperando el Esequibo este señor que ni siquiera ha podido recuperar la Casona! Eso nunca le ha interesado a los del gobiernito, no tienen moral, ni legitimidad. La defensa de nuestro territorio, la recuperación del Esequibo, lo haremos quienes queremos un cambio, quienes tenemos legitimidad, quienes representamos la voluntad de no menos del 70% de los venezolanos.
Preparémonos para enfrentar los obstáculos que traman desde Miraflores y que arreciarán en la medida que se acerque el día de las elecciones legislativas. ¡A jugar cuadro cerrado! La cúpula corrupta y tramoyera pondrá más estorbos en el camino al 6 de diciembre con la intención de crear desesperanza y desasosiego. Por eso, cuadro cerrado entre los millones de venezolanos que ahora, más que nunca, tenemos razones para unirnos. ¡Que Dios bendiga a Venezuela!