Caracas, 15 de mayo de 2014.- Vivimos tiempos de incertidumbre, de cambios no estructurados y de una volatilidad en el acontecer político que nos impide tener más y mejores espacios para repensar nuestra nación. Pero son, precisamente, estos tiempos en donde las crisis se profundizan y los proyectos políticos toman por asalto las instituciones y las secuestran para trabajar a favor del poder y no de los ciudadanos; momentos en los cuales, las generaciones de mujeres y hombres abocados a la política, debemos tomar el tiempo suficiente para provocar una discusión sobre el futuro próximo de nuestra sociedad y para delinear las acciones necesarias e indispensables para la renovación democrática del Estado.
No solo este es el momento sino que es el mejor momento para avanzar en esta propuesta porque son los momentos difíciles y de limitaciones, en que se trastocan los valores y se pervierten las normas, cuando aparecen las mejores ideas. Es en el medio de la crisis donde nace la necesidad de hacer y, con ello, de crecer y cambiar hacia un estadio mas acabado donde el bienestar sea una realidad y no una simple promesa, generalmente, a medio terminar. Esta generación de la crisis es la que debe ser responsable del cambio, de construir desde ahora un nuevo modelo social, económico y un sistema político con una democracia fortalecida. Esta generación de la crisis, que hoy sobrevive en Venezuela, debe ser, en definitiva, el impulso final hacia una nación libre, nuestra y de progreso.
Sin embargo, convocar tan espinosa pero inaplazable labor implica reconocernos como país, revivir nuestra historia y comprender donde iniciamos y hacia donde fuimos; nos toca rebuscar errores repetidos sin cesar y darle luz a los aciertos que la perseverante labor critica se ha encargado, muchas veces, de mantenerlos en una verdadera oscuridad. Hacer ese balance, inventariar nuestras vidas, la vida de los gobiernos y de aquellos que hicieron y tuvieron el poder para cambiar o mantener el status quo; es punto de inicio para tener claridad de nuestro presente porque todo lo que ha pasado en la última década no llego de golpe; la génesis de este momento de gran incertidumbre está en los errores que como sociedad cometimos, en los proyectos que quedaron sin concluir y en los intentos fallidos de cambiar las cosas.
Debemos ir a la profundidad de nuestra sociedad, adentrarnos en las estructuras culturales que hemos creado en los últimos tiempos sin olvidarnos del gobierno, de sus actores y detractores. Quiero dejar algunas interrogantes para trabajar en los caminos de sus respuestas:
¿Por qué hoy los venezolanos medimos nuestro éxito existencial a partir de lo que tenemos y no de lo que hacemos? ¿Por qué la medida de nuestra gran vida es el número de carros, viviendas, celulares o cuentas bancarias que poseemos?
¿Qué razón mueve a muchos venezolanos para despreciar el proceso educativo como una forma de crecimiento y bienestar? por qué graduarse y aprender no es un valor?
¿En qué momento la salud paso a ser un asunto de carácter privado, un servicio que debe ser resuelto por cada familia, cada medicamento, cada tratamiento y cada intervención quirúrgica?
¿Cuándo fue que el trabajo dejo de ser herramienta para crecer y servir con afán a un país para pasar a ser el simple medio por el cual uno puede comer y vivir?
¿Por qué la justicia se ha transformado en instrumento de persecución y en el destino cruel para los más pobres?
Seguro faltan muchas preguntas pero, en todos los casos, nos sobran razones para construir respuestas porque, al final, pensar sobre el futuro de Venezuela implica destruir estas conductas y promover un nuevo esquema de valores o, en todo caso, recobrar aquellos valores perdidos en el tiempo.
Hacer la prospectiva de nuestra nación es posible; reivindicar nuestras posibilidades y hacerlo en Democracia no puede ser un simple sueño vacío de esperanza. Proponemos comenzar a pensar y repensar lo que nos viene y lo que nos debería tocar a mediano plazo; comencemos a reconocer que no se trata de un simple cambio de gobierno, de figura o de partido; es buen momento para estructurar las líneas de la renovación democrática.