Caracas, 14 de octubre de 2013.- No sé si la Fiscalía es la institución más sumisa al Poder Ejecutivo, tanto por el servilismo a sus mandatos como por la ceguera crónica ante sus desafueros y corrupción, pero como quiera que su campo de acción tiene efectos muy reales y dolorosos sobre las presas con las que se ensaña, como muy costosos son los desmanes que deja impunes, no es extraño que algunos llamen verdugo o verduga a la fiscal o fiscala que ahora la encabeza.
Solo debemos celebrar de ese poder la imborrable memoria de una pieza estelar del llamado surrealismo involuntario, que se podría llamar algo así como "Las exageradas aventuras de Giovanni Vásquez e Isaías Rodríguez" o "Mis ojos leen en los tuyos", entre otras posibilidades.
Lo cierto es que esa vil patraña fracasada y expuesta al escarnio público superó en delirio bipolar casi todas las ollas conocidas, ¡tantas!, en nuestro teatro político. Con ella además se pretendía no sólo encarcelar a los autores materiales del sonado crimen sino llevarse en los cachos a unos cuantos enemigos del gobierno como autores intelectuales, así estos conjurados en algunos casos ni se conocieran. Como se sabe, semejante delictiva actuación del Fiscal no fue debidamente penada, se le condenó al silencio de por vida pero se le compensó con una reluciente embajada.
Como parte de la actual batalla que da la Fiscal contra asambleístas amarillos hay un caso que a mí me parece también ejemplar, el del diputado Caldera. Lo digo porque me parece una canallada sin par. Estoy seguro, como lo ha sugerido el Presidente Maduro (¡los lacayos suelen ser más papistas que su santidad!), que Caldera es uno de nuestros políticos más honestos y respetables. Y que no hay ningún delito en recibir una colaboración para su campaña electoral de un particular (que además avalaba otro diputado, quien contaba no sólo con su confianza sino que era un destacado líder de UNT y de la unidad opositora) que es lo que muestra el cacareado video sobre esa donación. Que se ratificó después, mediante un nuevo y providencial video, que agregó que no sólo el diputado Quintero era un traidor y un maula, sino que igualmente era un bribón el donante y se trataba de una trampa preparada por o para el gobierno. Sin embargo, hay una insólita acusación de la fiscala ante el TSJ por el metafísico delito de admitir vagamente contactar a Capriles con el "mecenas" y por lavado de capitales, cuando ya se sabe fehacientemente de dónde salió la mísera contribución. Maduro dice ahora que la trampa fue de la oposición, lo cual es absurdo y muy digno de su vocación por el disparate. Pero sí, digamos de paso, la reacción de Capriles ante el primer video, la instantánea condena de Caldera, no tiene justificación alguna. Ahora bien, curiosamente los sometidos a la justicia deberían ser los que prepararon esa delictiva trampa, lo cual resulta impensable hoy. Quizás lo que sí valdría la pena es hacer un verdadero desagravio a Caldera, por el agravio y por la nobleza con que lo enfrentó.
Me parece que estos dos episodios. narrados sintéticamente, seleccionados entre montones, indican el grado de descomposición de la justicia en el país, sus grotescas e incesantes peripecias. Ahora que hablamos de guerra, ya nos referiremos al bélico Cesppa, valdría la pena preguntarse si los verdaderos objetivos militares no deberían ser estos poderes sin identidad ni conciencia que tanto dañan la democracia y la integridad cívica nacional.