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Caracas, 14 de octubre de 2013.- Las diferencias que existen en la oposición venezolana, a veces ideológicas y más frecuentemente estratégicas, no están impidiendo la existencia de una coincidencia total en torno a un punto crucial: el desalojo pronto, por parte de Nicolás Maduro, del Palacio de Miraflores. Más aún, también hay unanimidad, en el método constitucional, para lograrlo. Julio Borges no sólo lo confirma sino que también aduce razones para fundamentar la posición: "Si no salimos democráticamente de Maduro este gobierno va a significar, y ya está ocurriendo, el caos y la destrucción del país.
-Detrás del debate sobre la ley Habilitante, ¿no está planteada, entonces, la suspensión de las elecciones, aun cuando la presidenta del CNE lo negara?
-No creo que nosotros podamos plantearnos, discutir o asomar la posibilidad de la suspensión de las elecciones. Debemos, más bien, presionar para que se cumpla el cronograma. Como dice el refrán, "ni tigres ni culebras se invocan en el monte". El 8 de diciembre habrá unas elecciones que debemos ganar, sí o sí.
-¿No te llama la atención que durante un discurso de casi tres horas Maduro no se haya referido, de ninguna forma, a las elecciones?
-Quizás quienes le escribieron el discurso, Pérez Arcay y (Jorge) Giordani, no se pasearon por el tema. Lo que sí está claro es que el Gobierno tiene interés en que estas elecciones se asuman como un mero trámite y no se caliente el país, tal y como suele ocurrir con este tipo de eventos. Pero una de las cosas que he recogido en mis viajes al interior es que el país espera el 8 de diciembre como un día en el cual podrá evaluar el país que quiere versus el país que muestra Maduro. Ese será el gran dilema del votante, por encima de la intención gubernamental de obviar una fecha tan importante como esa.
-Pareciera evidente que el objetivo de la ley Habilitante va más allá del propósito declarado. Si eso es así, ¿cuál es el fin que se persigue con la provisión de más y mayores poderes a la figura presidencial, si consideramos que en sus intervenciones Maduro le ha pedido al país se prepare sicológicamente para lo que, con reminiscencias maoístas él denomina "el gran salto"?
-Maduro es un hombre atrapado por la tutela de La Habana, desde donde se quiere dominar a Venezuela como si esta fuera la Cuba de los años 60 o 70. Ellos piensan que tratando de tapar y modificar la realidad, a través del miedo, podrán someternos. Se equivocan. El país está absolutamente volcado hacia la libertad y no permitirá que le apliquen más controles, como la nueva oficina creada para censurar las informaciones, la reacción absurda de Maduro ante un titular del 2001 o los intentos por cooptar o comprar medios de comunicación. Esa manera que tiene Maduro de enfrentar la peor crisis vivida por el país en su historia reciente es la peor y la más equivocada. Por eso está condenado al fracaso y se le va revertir. Tendría que convocar al país entero, plantear una apertura política, económica y democrática, pero el secuestro cubano se lo impide.
-¿Cuáles serían las consecuencias de mantenerse en sus trece?
-Todas las medidas tomadas hasta ahora están dirigidas a cavar su propia tumba. La esperanza de la aplicación de políticas sanas, encarnadas en Nelson Merentes, se ha ido borrando en la medida en que un personaje tan Trucutú como Giordani vuelve a ser el protagonista. Lo mismo ocurre con Rafael Ramírez, cuestionado éticamente y arquitecto de todos los regalos al exterior, que pasa a ser unos de los capitanes de la economía.
-¿Cuáles son las implicaciones de esa rectificación?
-Más controles, más burocracia, más estatismo y parálisis económica. Pereciera que el gobierno está dando todos los pasos para enfrentar, de la peor manera, la crisis planteada y eso lo pone en una cuenta regresiva muy peligrosa.
-¿Lo pone en situación de reprimir y de cerrar los espacios democráticos que aún sobreviven?
-Totalmente. Esas historias se han repetido en América Latina y Europa Oriental. La buena noticia es que todas fracasan y ésta también va a fracasar. Y aunque va ser un proceso duro el que le viene a Venezuela en los próximos tiempos, estos son los coletazos finales de un régimen y un sistema en total decadencia. Lo que nos toca es tener mucha resistencia y vencer el principal enemigo de las sociedad: el miedo.
-Hay dos factores que, parece, van a converger el 8 de diciembre. Unos resultados electorales que deben serle adversos al gobierno y la radicalización del proceso, tal y como los has descrito. ¿Cómo se puede superar una situación que, concatenando estos dos hechos, sugiere el estallido de un conflicto?
-Venezuela, hoy por hoy, es un volcán que está en proceso de erupción y la apuesta nuestra consiste en una salida sensata y democrática. Cuando Maduro fue a la Asamblea el pasado martes y nos tocó saludarlo le dije, al darle la mano: "Nicolás, nosotros apostamos a una salida sensata a la crisis". El me respondió: "Yo también". Y se fue rápidamente. ¿Por qué te lo cuento? Porque debemos lograr una victoria clara en términos de tener, bajo el gobierno de la unidad democrática, a la mayoría de los venezolanos, a la mayoría de las capitales de estado y, lo más importante, a la mayoría del voto popular.
-¿No distorsiona eso el fin primario de las elecciones?
-La gente sabe que esta no es sólo una elección de alcaldes y concejales, sino que se pronunciará por el país que quiere, que sueña, versus el que Maduro nos quiere imponer: un país radical, paralizado, decadente.
-Suponiendo que la oposición logre un resultado que le permita proclamar la victoria, ¿qué viene después, si no se trata de un simple relevo de concejales y alcaldes?
-Te lo puedo describir como una película: nos despertamos el 9 de diciembre y los resultados indican que ganamos en voto popular, tenemos la mayoría de las capitales de estado y el 70% de los venezolanos gobernados por la Unidad Democrática. Inmediatamente, como un proceso que se desarrolla automáticamente, Maduro quedaría como un paria, como un leproso, anulado como cabeza de este proceso y se desataría en el gobierno la guerra para determinar quién es el verdadero heredero porque éste botó el capital político de su padre.
-Eso en cuanto al oficialismo, pero, ¿qué haría la Unidad Democrática?
-Con la fuerza de la victoria, la legitimidad y la demostración de que somos mayoría, tendríamos el peso político para frenar la locura radical, tocar cualquiera de las puertas constitucionales y continuar así saliendo, democráticamente, de la crisis.
-¿Cuáles son esas puertas?
-Son varias y estarían por discutirse. Desde las más intensas, como una Constituyente, hasta otras como una enmienda para adelantar las elecciones parlamentarias.
-Para algunos dirigentes la crisis es tan grave que la salida debe ser inmediata.
-Yo le diría a quienes están desesperados por salir del Gobierno ya, que su mejor ticket para adelantar el proceso es votar el 8 de diciembre. Eso es lo que nos revestiría de la fuerza necesaria para adelantar cualquier salida constitucional.
-Ganar las municipales no implica que la Unidad Democrática tenga tanto poder como para incidir en el chavismo, al punto de llevarlo a cualquiera de esas salidas.
-La historia de Venezuela está marcada por lo municipal. El 19 de abril nació de una rebelión de los municipios. La independencia de Argentina también. La caída del Muro de Berlín comenzó con unas elecciones municipales y la gente salió a la calle. Las elecciones municipales lucen tan micro que la gente olvida cómo pueden cambiarle la vida. Incluso, a veces, en mayor medida que las elecciones nacionales.
-¿Existe un criterio unificado en cuanto a la estrategia pos 8 de diciembre, considerando que hablas de varias puertas?
-En nombre de al toda la Unidad puedo decir estamos de acuerdo en que Venezuela no debe, no puede, ni tiene que esperar cinco años para que haya un cambio. El país no puede aguantar más tiempo (meses) con Maduro en el poder. La diferencia está en que apostamos a una salida constitucional y democrática. ¿Cuál ruta elegiremos? Debemos acordarnos. Hay diferentes opciones y todas son válidas y respetables. Trabajamos para no equivocarnos y lograr el objetivo: un cambio intenso, radical y democrático.