Caracas, 20 de agosto de 2024.- La crisis venezolana, reeditada con nuevos bríos a raíz de las elecciones presidenciales del 28-J, plantea un escenario muy difícil para la sociedad. El gobierno ha decidido darle otra vuelta de tuerca al autoritarismo. En las zonas populares, donde el electorado decidió por una opción distinta a la que representa el chavismo, se promueve la delación como mecanismo de control social.
Recuerdo que el padre José Virtuoso dijo en una ocasión que el pueblo venezolano era “respondón”. Ya no se trata sólo de unas condiciones de vida que se han deteriorado a raíz de la caída en picada del Producto Interno Bruto, sino del trauma, del profundo sufrimiento, que ha causado la migración de casi ocho millones de venezolanos.
Las declaraciones más recientes que llegan de Brasil y México, los dos países que gestionan la vía diplomática para resolver el conflicto venezolano parecieran desconocer lo que ocurrió el 28-J, pero como ha dicho alguien por ahí, “todos sabemos lo que pasó ese día”.
Quien habla es Paola Bautista de Alemán*.
-¿Por qué al gobierno lo aterró el resultado del 28-J, si las encuestas y los estudios de opinión daban ganador al otro candidato, por un amplio margen? Estaban avisados, ¿No? ¿Tienes alguna hipótesis?
-Yo creo que a Nicolás Maduro le pasó lo que les pasa a muchos dictadores cuando comienzan a creerse sus mentiras. Y al creérselas, con tanta firmeza, cometió errores de cálculo. El primero fue, precisamente, desestimar las encuestas: pensar que él no estaba tan abajo en los números. El segundo fue sobreestimar la capacidad coercitiva de los mecanismos de control social y político del régimen. Al subestimar las potencialidades de esas dos cosas, le estalló la bomba en las manos. Se encontró con ese país que coincidía con precisión y perfectamente con los resultados que señalaban las encuestas. Y con algo muy importante, el quiebre del consentimiento en las bases populares, que anteriormente habían sido chavistas.
-Si nos tomamos en serio los estudios del padre Alejando Moreno, la tesis según la cual la familia popular venezolana es matricentrada (la madre soltera, jefe de familia, como una realidad sociológica) podemos entender que la separación, la fractura y el quiebre de las familias pesó mucho en esta elección. Ahí se demostró que la base electoral de la oposición se fue del país, pero también una parte de la base electoral del chavismo y la otra parte, que se quedó en el país, le pasó la cuenta al señor Maduro. ¿Qué piensas alrededor de este planteamiento?
-Voy a dividir la respuesta en dos partes. En el tema de las mujeres y en la base electoral del chavismo. En el tema de las mujeres, creo que la campaña de María Corina Machado jugo un papel fundamental de representación. Conceptualmente hablando, la representación es cuando un pueblo, una comunidad, encuentra voz en la voz de otro. Creo que nosotras encontramos voz, cuando María Corina se refería al tema de la familia. No hay nada más doloroso para una madre, y esto es trasversal a todos los niveles sociales, que ver a su familia lejos o no tener perspectiva de encuentro. Para las mujeres más jóvenes es el miedo de que se siga repitiendo esa dinámica de sufrimiento familiar. Esa conexión no es solamente emocional, sino afectiva. Toca la epidermis del alma humana, pero también penetra a lo más profundo de los afectos. El único antídoto contra la pandemia del terror que se quiere inyectar en Venezuela, en una sobredosis muy elevada, además, es a través de la esperanza. La esperanza de nosotras, como madres, es que nuestros hijos no se vayan…
-...¿Y la base electoral del chavismo?
-Ahí ocurre algo interesante y que tiene que llamar a la reflexión a esos dos millones y medio de venezolanos que votaron por Nicolás Maduro. Acá lo que el chavismo se está jugando, es cómo quiere quedar en las páginas de la historia política de nuestro país. El chavismo nació como un proyecto político popular, a finales de los años 90, con una dimensión democrática muy profunda. Para Hugo Chávez Frías era muy importante ser mayoría.
-Lo era para Chávez.
-Bueno, y desde el punto de vista de la retórica, lo era también para Nicolás Maduro. Lo difícil, lo duro, para esos dos millones y medio de venezolanos que votaron por él, es ver cómo Maduro, llevándose a trocha y mocha los derechos humanos, las alianzas históricas con países donde gobierna la izquierda democrática, lo que está haciendo es sepultando el legado político de Hugo Chávez. Creo que, en este momento, los que más tienen que reflexionar sobre su potencialidad democrática, en el desarrollo político de nuestro país, son los militantes y la juventud del PSUV.
-La conexión con Hugo Chávez se quiso establecer. Se buscó una fecha icónica -el cumpleaños de Chávez- y ese día, lo sabemos todos, pasó lo que pasó y también sabemos lo que pasó al día siguiente. Las manifestaciones de rechazo a la elección, sin elementos probatorios de Nicolás Maduro, a una cuadra del Palacio de Miraflores, convertido ahora en una ciudadela amurallada. Uno podría preguntarse: ¿Por qué se está atrincherando el gobierno? ¿Qué pasó con la gente? ¿Ni siquiera hay confianza en estos dos millones y medio de venezolanos que votaron por el chavismo? Nadie podría desestimar la importancia de 2,5 millones de votos.
-Son venezolanos que merecen respeto y que tienen cabida en el futuro del país. Pero el cerco de Miraflores es consecuencia de la psicología autoritaria. Nosotros lo que vimos, diría que desde las primarias hasta acá, fue un proceso paulatino y silencioso del quiebre del consentimiento que sostenía a Nicolás Maduro en el poder. Es decir, del soporte popular que lo mantenía en el poder. ¿En qué cosas vimos el quiebre del consentimiento? Un ejemplo maravilloso fue el de las hermanas que vendían empanadas en una pequeña localidad de Guárico. Por el hecho de venderle unas empanadas a María Corina, el Seniat les cerró el local. Ellas armaron a pocos metros y debajo de una mata de mango, su venta de empanadas y ese día vendieron más empanadas de las que habían vendido nunca. Ese es el quiebre del consentimiento. Ellas les dijeron a Maduro y al Seniat: A mí no me importa lo que tú hagas. Yo tengo libertad de pensar lo que a mí me de la gana. Este proceso silencioso, paulatino, personalísimo y valiente, de cada uno de los venezolanos se concretó en una avalancha de desobediencia el día de la elección.
-Algo que sorprendió ese día es ¿cómo los testigos obtuvieron las actas?
-Diría que por tres razones. Una, los testigos fueron valientes. Dos, los operarios del CNE no le hicieron caso a Amoroso y entregaron las actas. Tres, los integrantes del Plan República no se opusieron y dejaron que eso pasara. Entonces, Nicolás Maduro convierte hoy a Miraflores en una ciudad amurallada, porque sabe que el único consentimiento al que puede acceder, es al consentimiento de la fuerza. Y ese soporte es muy débil.
-Otra realidad que dejó al descubierto el 28-J es el quiebre político en las zonas populares. Progresivamente, la base electoral del chavismo fue filtrando hacia la oposición. En las elecciones parlamentarias de 2015, el 23 de Enero, bastión del chavismo, había desertado. Para esta elección presidencial fue una avalancha. Hay una nueva conciencia política que se expresó en la elección presidencial de este año. ¿Cómo se va a cerrar esa grieta social?
-Es un tema sobre el que tenemos que estudiar y profundizar. Pero de bote pronto, te diría que no veo una polarización en el país, la misma radiografía del 28-J, fue un acto de liberación, sobre todo en los sectores populares. Algunos personajes que, con cierta soberbia e incomprensión, decían que a esos sectores los habían comprado con una bolsa de comida, que eran fácilmente manipulables, que no tenían criterio propio, también se llevaron una sorpresa. Resulta que son muy firmes en sus criterios. Yo no hablaría de una polarización, sino del mal empoderamiento de una minoría, que se siente envalentonada porque ejerce el poder, que son las UBCH, los consejos comunales, y otras organizaciones que representan al PSUV. El chavismo está instalando en nuestros barrios una dinámica que es muy riesgosa. Me refiero a la cultura de la delación. Eso genera, primero, miedo, luego ira. Además, puede incubar un deseo de venganza.
-En los barrios la gente comparte sus alegrías, sus realizaciones, sus sufrimientos, así como sus miserias. Lo que se traduce en lazos muy sólidos de empatía y solidaridad. No sabría decir si hay una polarización o no. La tarea que tenemos pendiente es indagar para saber si detrás del voto del 28-J, de las políticas antipopulares, del control social y las imposiciones hay una actitud, una conciencia política. Y lo digo porque cuando se rompen esas relaciones, las actitudes, las conductas, los pensamientos son otros. Quien delata, por ejemplo, también tiene una actitud política. Yo estoy hablando de una politización de esos sectores y de una forma de ver y entender lo que estamos viviendo. ¿Qué piensas alrededor de este planteamiento?
-La única manera por la cual, en un contexto autoritario, hostil, no democrático, se pudo obtener el resultado del 28-J, es porque tienes una respuesta, en las bases sociales, que se da por la vía de los hechos. Los venezolanos, por mucho tiempo, aprendimos a vivir en un estado de simulación, porque hay una política y una economía de la represión. Esto se vive, sobre todo, en los barrios. Las personas saben que hay una relación directa entre quienes representan al Estado policial y los grupos criminales. Entonces, por supuesto, yo no voy a dar papaya, no me voy a exponer de manera inútil, sino que me expongo cuando mi conducta va a tener un resultado concreto, por eso, el día de la elección, salgo a votar, por eso el día que me percato del fraude, salgo a protestar. ¿Por qué digo que no hay polarización? Porque en Venezuela no hay dos, sino un país que resiste y una minoría que intenta imponerse a la fuerza. Y eso es muy distinto a una dinámica polarizante en un contexto democrático. La cultura de la delación es lo más perverso que el régimen puede imponer en los sectores populares, porque eso destruye el sentido de comunidad, quiebra la confianza y se instala la simulación como género de vida.
-Sí, estoy de acuerdo. Pero todos sabemos que el voto es prestado. En un futuro no tan lejano, los que votaron por el tándem Edmundo González Urrutia y María Corina Machado pueden cambiar de opinión. Pueden decir: estos señores también me dejaron botado.
-Eso es un riesgo político, sin duda alguna. Pero la respuesta dependerá mucho del talante del liderazgo que tenemos en este momento. Y, el liderazgo de González Urrutia y de María Corina Machado, que se muestra firme, coherente, valiente y responsable, no da muestras de un desenlace como el que tú señalas. Pero efectivamente, las preferencias políticas de la gente pueden cambiar.
-En algún momento pensamos que un modelo policial no podía imponerse en Venezuela. El argumento era que nuestra idiosincrasia no daba cabida para algo semejante. Pero modelos policiales funcionan en Cuba, Rusia, China… en más de la mitad de los países que conforman el planeta Tierra. El modelo político del creador del totalitarismo, el señor Lenin, es universal. No tiene nada que ver con la idiosincrasia.
-Ninguna sociedad está inmune a la degradación política, como la que estamos viviendo. No hay una vacuna en contra del autoritarismo y más en el siglo XXI. Por eso creo que, el momento que estamos viviendo, es de especial importancia, entre otras cosas, porque se están ampliando los mecanismos autoritarios desde el poder. Si esos mecanismos logran instalarse en nuestra fibra social, desinstalarlos va a resulta muy difícil. Tenemos que encontrar la manera de que esta cultura de la delación, que se quiere imponer en nuestros barrios, en nuestra sociedad, no prospere, que sea objeto de una condena social firme, para que las personas se abstengan de colaborar con estos métodos. En el caso venezolano hay algo que nos ayuda todavía: los 40 años de democracia que tuvimos en el siglo XX. Esa cultura política sigue anidada en algún espacio recóndito de nuestro tejido social. Sabemos que hay otros mecanismos para dirimir los conflictos políticos y eso es activo en estos momentos.
-El conflicto venezolano también tiene una dimensión geopolítica. Nos enteramos, por boca del señor Nicolás Maduro, que había una negociación con los Estados Unidos en Doha. ¿Esa negociación continúa? No lo sabemos. Quizás no, porque el gobierno de Joe Biden ya reconoció al presidente electo de Venezuela. Pero en el vecindario, hay una vía diplomática, encabezada por Brasil, Colombia y México. Diría que hay un antecedente en el grupo de Contadora, que rindió frutos. ¿Puede haber algún resultado positivo de estas gestiones?
-La propuesta que han hecho los presidentes de esos países es que este asunto se trate con transparencia. Pero en las últimas horas ha habido dos cambios significativos. Celso Amorín, el principal asesor de Lula, propone una “segunda vuelta electoral”, algo que no está contemplado en nuestra Constitución. El presidente de México dijo que va a esperar el pronunciamiento del Tribunal Supremo de Justicia. Pareciera que estas últimas manifestaciones desconocen lo que aquí ocurrió el 28-J. Difícilmente, ese camino sea una solución real para resolver la crisis que estamos viviendo. Aquí no hay una duda razonable sobre unos resultados electorales. El problema es que el candidato que perdió la elección se niega a reconocer los resultados. En el supuesto negado de una segunda vuelta, con las mismas condiciones de injusticia electoral, con la disposición autoritaria de quien ya perdió, conduciría a profundizar la crisis.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Prodavinci https://prodavinci.com/paola-bautista-de-aleman-la-respuesta-esta-en-las-bases-sociales/